Desde principios de los años sesenta, se celebra en Estados Unidos el black friday. Esta jornada comercial, que sigue a la festividad del día de Acción de Gracias, ofrece interesantes descuentos a los consumidores. La convocan tanto el comercio minorista, como las grandes cadenas, y en los últimos años se ha sumado a la fiesta con gran entusiasmo el comercio online. Esta fiesta del consumo está conceptuada como el pistoletazo de salida de la campaña comercial navideña. Y si bien ha conocido épocas mejores, mantiene en EE.UU. su perfil, su popularidad y un volumen de ventas muy considerable.
Pocos años atrás, el black friday empezó a introducirse en España. Al igual que otras celebraciones procedentes de EEUU, ha arraigado aquí con cierta facilidad. Primero, es verdad, con timidez. Pero después fue incorporando nuevos agentes. Y la edición de este año ya ha venido precedida de mucho reclamo publicitario. Los principales operadores comerciales se han sumado a la marea, también parte del pequeño comercio. Unos y otros adoptan diferentes fórmulas para atraer a los clientes. Algunos ofrecen descuentos muy jugosos a lo largo de todo el black friday, otros en determinadas franjas horarias. Algunos se ciñen a la jornada del 25, la del propiamente dicho el viernes negro. Otros prolongan esta celebración durante una semana entera. La idea es atraer a los compradores ofreciendo precios rebajados, ventajosos para todos, ya que estamos ante la campaña navideña, en la que el gasto se dispara respecto a otras épocas del año.

Aquí, en la colonia de EE.UU. lo celebramos esta semana, porque ya no es solo un día, y la pregunta que me hago es: por que le llaman Black Friday y no Negro Viernes o Viernes Negro, y lo digo tanto para los que hablan catalán como los que hablan castellano. Y es que en fondo el Black Friday es el fracaso de toda una sociedad, de todos aquellos que como borregos irán compulsivamente a consumir por qué alguien les ha dicho que deben hacerlo, que es bueno para el economía, como corderos bien domesticados a comprar posiblemente muchas cosas que no necesitan. Y lo más triste es que aún hablarán los medios de éxito, cuando estamos hablando de un viernes negro para quienes aún no se han dechado ni domesticar ni engañar por ese ente voraz del consumo indiscriminado. De hecho, no son ciudadanos, son zombies dignos de figurar como extras en Walking Dead -que por cierto ayer emitieron el último episodio -, el nivel cerebral es más o menos el mismo. Y lo peor es que no son conscientes de lo manipulados que lo están. No se dan cuenta de que todo parte de una base falsa, ¿por qué se debe disparar el consumo en Navidad?, ¿que es lo que que celebrar?, una comida más algo más copiosa que los demás festivos por pura tradición y ya está, de hecho, por ejemplo en casa la escudella de navidad se hace todo el año, salvo los tres meses de verano, y los regalos por reyes como siempre se ha hecho, ni Padre Nöel ni americanadas por el estilo. O sea que la idea de rebajar precios para atraer a los compradores antes de las fiestas de Navidad, no cuela, saben que compulsivamente en Navidad volverán a malgastar dinero comprando más tonterías variadas, y todo por que no han entendido, que el consumo, o al menos este consumo no es el que mueve la economía, o dicho de otra forma. que debemos devolver a un consumo lúcido y moderado, como debe ser, de comprar realmente lo que se necesita y cuándo se necesita, por qué, o eso, o el caos, y si no al tiempo. El consumo por el consumo, excesivo, compulsivo es un pez que se muerde la cola y termina a la larga con consumidores y consumidos. Los de la foto que encabeza el escrito, por ignorancia o quizás no se lo tomaron con cachondeo, no lo sabemos, aunque en el mercadillo hay ingenio de sobra para las  dos cosas.