El mundo se ha hundido dos veces, como mínimo (pandemia, invasión de Ucrania), desde que Sánchez es presidente, pero él ha resistido estos embates sin despeinarse, vistiendo de manera impecable sus entallados trajes de color azul marino. Es el presidente más frágil y elegante de la democracia recuperada. Ya antes de que él se instalara en la Moncloa, España había entrado en una espiral tóxica. Todo lo que podía ir mal ha ido peor. Del poder judicial al conflicto catalán. De la deuda pública a la crisis de la energía. De la pertinaz sequía al regreso (retórico) de la guerra civil. Accedió a la presidencia gracias a una coalición improvisada con un compañero de ruta que le producía insomnio. Por si fuera poco, necesitaba los votos en el Congreso de los partidos independentistas, lo que desde el primer momento le convertía en el traidor por excelencia.
Tener que aguantar a la derecha mediática proclamando sin descanso que eres un desalmado y un presidente ilegítimo desanimaría al más valiente. Sánchez ni se despeina. Ha capeado la pandemia. Ha logrado convertir el problema de la energía europea en una oportunidad para España en la UE. Contiene los males de la economía con los fondos europeos. Desinflamó el procés con los indultos y ahora se dispone a adaptar el derecho penal político (sedición) a los estándares europeos (y hasta se dice que aceptará moderar con ERC las penas por malversación). Su Gobierno argumenta el interés general de estas propuestas, pero es obvio que aseguran su estabilidad. En la entrevista que concedió al director y a la directora adjunta de nuestro diario, se refugió en los clichés, las vaguedades y los tópicos. ¿Sabe dónde va, Sánchez? Resiste, eso está claro. ¿Pero elige los caminos por convencimiento o por necesidad?
Sánchez tiene un estupendo sentido de la táctica: improvisa magníficamente. Pero, aunque no ha podido gobernar solo, y eso condiciona muchísimo, nunca sabremos qué piensa. Ayer asistió, junto a su esposa Begoña Gómez, a la cena que el presidente indonesio ofreció en Bali a los participantes en el encuentro del G-20. Ella llevaba un luminoso vestido dorado, largo, escotado, y un chal del mismo color de la camisa de su marido. Esta camisa, que el presidente llevaba, informal, por fuera, era de un asombroso estampado jacquard de tonos morado, azul klein y lila. El dress code exigía un look no convencional, pero ellos causaron impacto al seguir la tendencia twinning de las parejas más glamurosas de la prensa rosa. Begoña y Pedro hicieron furor en la cena de alta política, pero no habrían desentonado en una cena en Hollywood junto a David y Victoria Beckham, Jennifer López y Ben Affleck. De hecho, Pedro Sánchez nunca desentona. Sea con Scholz o Macron, sea con el Rey o con Aragonès, sea con burgueses o sindicalistas, sea adoptando el twinning en Bali o llevando trajes oscuros, siempre impasible, nunca despeinado, frío, hierático, inmutable, impenetrable, cinematográfico, Sánchez es el perfecto camaleón. - Antoni Puigverd - lavanguardia.com
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