Qué inocente suena: “Contigo, en España esto ahora es un simple desorden público...”  Era la forma en que la portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra, contestaba en Twitter a la cuenta oficial del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cuando este condenaba el intento de golpe de Estado en Brasil. Un inocuo comentario –tendencioso, ciertamente, porque la rebelión sigue tratada con dureza por el Código Penal del país europeo que más pronunciamientos militares reaccionarios ha vivido entre los siglos XIX y XX– que, sin embargo, a los pueblerinos, como es el caso, nos disparaba las alarmas. Ni siquiera por la puntuación: por el tuteo. La portavoz de la oposición, a la que no se le conoce relación de cercanía con el legítimo presidente del Gobierno, le lanzaba su crítica política desde un tuteo de palillo en la boca, barra de latón, farias y copa de Soberano. El aldeano que firma Pedro Vallín, se tiraba de los pelos.

La secretaria general del Partido Popular y portavoz del PP en el Congreso, Cuca Gamarra, ofrece una rueda de prensa para valorar la actualidad política, a 27 de diciembre de 2022, en Madrid (España). Gamarra ha retrasado su comparecencia para escuchar el balance del año que ha hecho el presidente del Gobierno. Un balance que se produce en pleno choque con el PP por el Tribunal Constitucional. Sánchez ha presentado un tercer paquete de medidas económicas, entre ellas una ayuda a la cesta de la compra de 200 euros para familias con ingresos menores a 27.000 euros anuales y la eliminación del IVA en los productos de primera necesidad.

En las redes sociales los modales brillan por su ausencia, se sabe. No hay más que ver al Xokas, celebérrimo streamer que cada vez que abre la boca se busca un problema que no necesita y que acostumbra a habitar en el filo del apocalipsis reputacional, sencillamente porque no ve distingo entre comunicación pública y privada. Es un rasgo generacional y quizá también la razón del éxito de este nuevo tipo de comunicadores: la crudeza con la que se manifestan, la franqueza con la que se exponen, que añade un elemento dramático a sus directos, como si estuvieras esperando el inminente siniestro que aguarda a quien conduce a velocidad de vértigo con una mano colgando de la ventanilla. Es imposible dejar de mirar. Pero a fin de cuentas, Xokas no habla para nosotros, militantes de esa conquista social burguesa que fue el lindero civilizador entre la esfera privada y la pública. De modo que nada importa si le vemos insultar a sus padres como si es­tuviera beodo en un bar y estamos con­vencidos de que el pobre hombre está arruinando su vida. A lo mejor no.

Lo mismo opera para los perfiles anónimos de Twitter, y por eso una de las tentaciones comunes es responderles con sus mismos avíos de acémila sin instrucción, sin pararse a pensar que es una cuenta con alias y un avatar del Joker, Clint Eatswood o alguna escultura de filósofo de la antigüedad. En la tribuna parlamentaria, un par de semanas antes, la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, habló largamente de tú a ERC y PSOE, para sonrojo del diario de sesiones.

Alguno se preguntará por qué este remilgo de tía abuela. La razón es simple: la democracia es formalidad y no otra cosa. Es respeto institucional al ganador cuando se pierde, es reverencia al gobierno de los más y respeto a la dignidad de los menos. El tuteo es trumpismo. Y en el caso de Gamarra –ella quizá no lo sabe– es la forma de subrayar que la derecha derrotada no respeta la decisión soberana de las urnas. Ese tuteo, aunque no lo parezca, es la antesala del asalto al Congreso en enero del 2024.