LA RUTA DEL CARTÓN



No puede parar de toser y tiene mucha mucosidad. Hichiam, un joven de 28 años procedente de Marruecos, aguanta la ola de frío desde un pedazo de cartón y una manta en el paseo Picasso de Barcelona. "El frío, el viento... es horrible. Me encuentro muy mal. Estamos muertos en vida", explica el chico. Otros de sus compañeros combaten la gripe y la fiebre con paracetamol o inhaladores. Como ellos, 2.500 personas en Cataluña no tienen ningún sitio para protegerse de las bajas temperaturas: duermen en la calle - el periódico.

Hace años que la población de personas que duermen y viven en la calle no sólo aumenta sino que crea ciertas tensiones de territorio. Es una perversión de la miseria que asimilamos con compasión, vergüenza y cierto miedo. Ahora, además, muchas sucursales bancarias del barrio –un barrio de los considerados acomodados– desaparecen y fortifican a los locales con blindajes acorazados para evitar empleos y esto ha roto el equilibrio entre la demanda y la oferta de espacio. Los vestíbulos de oficina bancaria y los rellanos de tiendas cerradas (hay cada vez más) siguen siendo los espacios más concurridos por los que se han visto abocados a vivir de esta forma. De día, buscan bancos, parques y fuentes y asean su campamento improvisado nocturno acumulando cartones y mantas que, con una solidaridad clandestina, algún portero o conserje de la zona los guarda. La demanda de cartones es importante. Los utilizan para construir parapetos con alma de trinchera, que luchan contra el viento, la luz y la posible intromisión de noctámbulos violentos y con mala bebida. La arquitectura de estas estructuras improvisadas es imaginativa y práctica, pero también desesperada. Uno de los hombres que duerme cerca de casa me comenta que desde la instauración del toque de queda oficial las noches son más plácidas, también gracias a la bonanza de un clima que nadie diría que corresponde al mes de noviembre. Durante el día, pide cerca del mercado, pero existe mucha competencia. O, aunque está cerrada casi todo el día, en la puerta de la iglesia. Y cuando no se sale, se va a un horno oa un supermercado ya veces le dan, además de monedas, comida para salvar un día sin demasiados horizontes ni expectativas.

Un día que hace pensar en lo que decía el cineasta Khémir Nacer: "El día del pobre dura un año y el año del rico dura un día". El barrio asimila todos estos movimientos de supervivencia sabiendo que son el síntoma de muchas cosas que no funcionan y, al mismo tiempo, el aviso de lo que podría ocurrirnos si perdiéramos los privilegios de falsa normalidad que todavía conservamos. Pero volviendo a los cartones: una de las personas que duerme en la calle cerca de mi casa los acumula en un rincón de la fachada del DIA, monta cada noche su parapeto de cartones grandes, recortados y combinados para hacer de alfombra y de pseudotienda de campaña. Otro suele dormir en el interior del Cajero del BBVA, y además se cierra por dentro, y la gente por la mañana no puede ir a sacar dinero, pues suele quitarse tarde. Hace tiempo que no se ve, pero en ese mismo cajero del BBVA, dormía un señor extranjero con su perro, hablaba muy poco de castellano, un día al hablar con él me dijo que era danés, pero no quiso hablar de cómo había llegado a la lamentable situación en que estaba.

Con el frío, el problema de dormir en la calle se agrava. El Ayuntamiento de Sabadell y Cruz Roja han activado el protocolo de la Operación Fred y ya se preparen para dar respuesta a las personas sin hogar en caso de bajas temperaturas. Se pretende atender y alojar a estas personas en caso de condiciones climatológicas adversas. Una vez activado el protocolo de la Operación Fred, según los avisos meteorológicos y de situación que se reciben del Centro de Coordinación Operativa de Cataluña (CECAT), la Policía Municipal es quien alerta a los responsables municipales y entidades referentes sobre la puesta en marcha del dispositivo. El servicio atenderá a ciudadanos y ciudadanos que se encuentran en Sabadell, sin un lugar para dormir. Los usuarios podrán acceder para pasar la noche en el centro de acogida, ubicado en el Molí de Sant Oleguer, que cuenta con 30 camas.

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