La derecha mediática tiene claro que, para que Vox cumpla su papel de pagafantas del PP, el modelo exitoso es el de Ayuso, cuya ultraderechización y estilo trumpista hacen de ella una auténtica candidata ‘catch-all’ - Pablo Iglesias.

Hay dos pruebas inequívocas de que la derecha se ve gobernando después de las generales. La primera es el pacto que ofrece hoy el PP al PSOE para que gobierne la lista más votada, evitando coaliciones. Como razonaba Angels Barceló la mañana del 23 de enero en la cadena SER, es evidente que el PSOE no aceptará (aunque llegado el caso no es descartable que el PSOE y otros partidos de izquierdas ofrezcan su apoyo al PP para que gobierne sin Vox, como ya hicieron en Castilla y León), y que lo que pretende Feijóo es poco más que un nuevo intento de consolidar el relato, según el cual, al PP no le queda más remedio que llegar a un acuerdo con Vox.

La segunda prueba es lo que se ha venido llamando en las redes sociales las facha wars, a las que asistimos cargados de palomitas. En estos días hemos visto al ultra con más talento del facherío mediático, Federico Jimenez Losantos, golpeando a Vox y, en particular, a Rocío Monasterio y a su esposo Iván Espinosa de los Monteros. Por cierto, en los círculos diplomáticos ya se ve a Espinosa (que tiene muy buen inglés porque se crió en Chicago, donde el franquismo destinó a su padre, el IV marqués de Valtierra, como agregado comercial) como ministro de Exteriores de Feijóo. Si la derecha mediática ataca a Vox es que Vox está más fuerte de lo que quieren que esté. Apunten este dato.

Que la clave para entender las guerras civiles en la derecha son los medios de comunicación ya no es algo que prediquemos solamente nosotros. Enric Juliana escribía en La Vanguardia que el Partido Popular necesita disminuir el peso electoral de Vox y, a la vez, absorber la linfa de Vox. Dice Juliana que el bolsonarismo en Cibeles debe ir a parar al zurrón de los populares en el momento de las elecciones, y que esa es la misión de una serie de medios de comunicación residenciados en la capital de España y del cinturón de asteroides que orbita entre Vox y PP: una serie de plataformas, asociaciones y fundaciones subvencionadas por la Comunidad de Madrid en las que siempre están los mismos. Y, con lucidez, Juliana señala que la clave en ese cinturón de asteroides es lo que queda de Ciudadanos. Es evidente que, a cambio de seguir viviendo de la política, los repartidores de sobres del PP ya han pactado con Arrimadas y su partido de tránsfugas para que se presten a la misión de limitar el empuje electoral de los ultras.

La derecha mediática tiene claro que, para que Vox cumpla su papel de pagafantas del PP, el modelo exitoso es el de Ayuso, cuya ultraderechización y estilo trumpista hacen de ella una auténtica candidata catch-all del conjunto de las bases culturales de la derecha. El problema es que Feijóo no es Ayuso aunque se esfuerce, que España no es Madrid, a pesar de que el poder mediático de la derecha españolista sea madrileño, y que Vox también juega y cuenta con su propio cinturón de asteroides. Juliana, una vez desengañado del romaybeccarismo de Feijóo, y ante el fracaso de las jóvenes promesas de La Vanguardia, está en modo LeBron James (que a sus treinta y ocho años juega como un veinteañero) y señala que Abascal tiene que presentar la moción de censura, así como que podría tener su propio cinturón de asteroides y su candidata: Rosa Díez. Díez hablando durante horas desde la tribuna del Congreso como candidata a la presidencia del gobierno. Casi nada.

No dejen que se nuble su sentido del peligro por la repugnancia o la risa que puede producirnos toda esa troupe de fachas con sangre azul, chalecos de caza y olor a rancio. Tienen aliados muy poderosos y, sobre todo, no representan la más mínima enmienda al orden económico y militar europeo, como está demostrando el gobierno italiano.

Coda: en los mentideros de Madrid los periodistas comentan estos días que el equipo de Sánchez está valorando adelantar las generales. Quizá sea información defectuosa como buena parte de lo que manejan, pero llevo más de un año diciendo que Moncloa valorará muy seriamente esa posibilidad que tiene el presidente.