APRESURARSE A MORIR

Hace dos años, el profesor de Economía Yusuke Narita explicó  que la única forma de afrontar el envejecimiento de la población japonesa sería que los viejos se suicidaran en masa. El suicidio forma parte de la tradición local, y ofrece propuestas tan diversas como los kamikazes de la Segunda Guerra Mundial o los harakiris que durante el siglo XIX practicaban los samuráis.  Narita, de 37 años, es profesor en la prestigiosa Universidad de Yale. Por eso sus palabras tuvieron gran resonancia en el país del sol naciente, donde la llamada tercera edad ha llegado a la categoría de lastre. Recordemos que en el 2013, el entonces Ministro de Finanzas Taro Asodijo que los viejos deberían apresurarse a morir para, de esa forma, ahorrar al país el gasto médico que suponen. 

Ahora, Yusuke Narita ha afianzado sus opiniones en una entrevista en The New York Times, donde amplía su juicio sobre la eutanasia y explica que en ciertos casos debería ser obligatoria.Estas proclamas hacen que tenga gran número de seguidores jóvenes, de esos que viven convencidos de que todos sus males son consecuencia de la generación anterior, que les barra el paso y en este caso, además, les impide progresar económicamente. Su conclusión es que la culpa de todo la tienen sus abuelos, que viven más años que antes. Forma de solucionarlo: acabar con ellos. Primer paso: eutanasia, voluntaria o no. Lo que sucede es que no es cierto que los viejos sean un costo oneroso para el Estado. No sé en Japón, però en España de la pension se descuenta el IRPF. A mi mismo como progenitor y padre me soplan seis mil euros al año. Y eso que no consumo ningun medicamento, ni tan siquiera un simple paracetamol. 

En el resumen de los hechos, en Japón y en cualquier otro país occidental, la tercera edad ha llegado a la categoría de lastre, sobran para el estado, sobran para la familia y sobran para la sociedad en general. La pandemia ha sido un buen intento de equilibrar la balanza, aunque no ha sido suficiente.

En 'el Mundo Feliz' de Aldous Huxley, la gente nunca estaba enferma y al ser fabricados en serie envejecían relativamente pero sin ningún coste para el Estado; en sobrar personal, al llegar a los setenta años iban destinados a una especie de hoteles balnearios de donde iban desapareciendo paulatinamente. O sea una especie de Benidorm, sin fest.

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