LOS EUNUCOS DEL SIGLO XXI

El pensador israelí Yuval Noah Harari avisa en Madrid de los peligros de actualizar a los seres humanos y cree que aún nos queda potencial por desarrollar. El pensador afirma:“Los eunucos ya eran bioingeniería, y no fue una mejora para todos”

“Algo que nos enseña la historia es que los humanos somos muy buenos adquiriendo nuevos poderes, pero no somos muy buenos usándolos sabiamente”, advierte el pensador israelí Yuval Noah Harari. Para el autor de Sapiens y Homo Deus (Debate), la inteligencia artificial, la ingeniería genética y las interfaces cerebro-ordenador van a revolucionar la salud, los mercados de trabajo y nuestra privacidad. Pero, subraya explicando el ejemplo de los eunucos de los emperadores, que eran biotecnología primitiva, nunca está claro qué es una actualización y qué una degradación. Así que cree que antes de actualizar y modernizar a los seres humanos y crear superhumanos con consecuencias que desconocemos, apuesta por centrarnos en explorar y realizar el potencial humano existente, del que, asegura, estamos aún lejos.

Harari (Kyriat Atta, 1976), que ha abierto unas jornadas sobre el futuro de la salud organizadas por Sanitas en la Real Fábrica de Tapices de Madrid, se ha remontado a nuestros últimos siglos para expresar sus profundas preocupaciones por nuestro uso de las nuevas tecnologías. “Con el tiempo, hemos ganado control sobre el mundo que nos rodea y lo hemos usado, no muy sabiamente, para remodelar completamente el planeta. Y como no entendíamos la complejidad del sistema ecológico, los cambios que hemos introducido lo han desequilibrado completamente".

"En las próximas décadas ganaremos control sobre nuestro mundo interior y probablemente lo usaremos para remodelar nuestros cuerpos, cerebros y mentes. Pero como no entendemos la complejidad de esos cuerpos y mentes, los cambios pueden desequilibrar sin darnos cuenta nuestro mundo interior, nuestros sistemas internos”, ha lanzado.

“La gente siempre ha soñado con actualizarse, modernizarse, subir de nivel. Cada gran movimiento social y político ha querido rediseñar a los humanos y mejorarlos. El cristianismo, el budismo o el Islam además querían perfeccionarlos. El socialismo quería crear un nuevo hombre. El nazismo quería crear superhumanos. En épocas anteriores lo intentaban hacer a través de la ingeniería social, pero la biología siempre ponía un límite”, ha evocado, y ha recordado que el ideal de la iglesia católica era “abandonar el sexo”, que era “lo que esperaban de sus élites de sacerdotes, monjes y monjas”. “Por suerte, no tenían herramientas de bioingeniería”, ha remarcado.

Aunque ha razonado que ha existido bioingeniería desde hace milenios: “El ejemplo más llamativo lo llevaron a cabo los imperios que emergieron en China y Oriente Medio hace dos mil años. En ellos la mayor amenaza al emperador no venía de una revolución democrática sino de un golpe de sus subordinados, fueran gobernadores provinciales, generales o ambiciosos visires. Incluso si no lo amenazaban directamente podían buscar acumular riqueza, tierra y poder y transferirlo a sus hijos, estableciendo dinastías aristocráticas que desafiaban la supremacía de la familia imperial”. 

"Los eunucos no podían tener hijos, daba igual cuánto poder acumularan, no podían crear una dinastía competidora"

La solución de bioingeniería fue, cuenta, una simple operación quirúrgica: la castración. “Los eunucos no podían tener hijos, daba igual cuánto poder acumularan, no podían crear una dinastía competidora. Y por miles de años reyes y emperadores confiaron en eunucos para guardar sus palacios, administrar sus provincias e incluso liderar sus ejércitos. El más famoso almirante chino, Zheng He, fue un eunuco. ¿Quieres un puesto en la administración? No hace falta que envíes el curriculum, córtate los testículos y el puesto es tuyo”.

“Este antiguo ejemplo –ha subrayado Harari- nos enseña algo crucial de la bioingeniería: nunca está claro qué es una actualización o una degradación. Para el emperador, era una actualización de sus servidores. Para los eunucos las cosas debían tener otro aspecto”. Y ha recordado que hoy la bioingeniería puede estar pronto al servicio de todo tipo de regímenes en el mundo: “Los científicos que desarrollan estas tecnologías, aunque les parezca inconcebible que alguien las utilice para alguna ideología o fantasía radical, deben tomarse unos minutos de reflexión y pensar en el político que más temen del globo y pensar qué podría hacer con ellas”.

“Un futuro Hitler podría rediseñar nuestros cuerpos, cerebros y mentes”. Porque, subraya, la capacidad de rediseñar biológicamente a seres humanos cambia las reglas más básicas de la historia. El nazismo mató a millones y dejó profundas cicatrices en la sociedad, pero no pudo cambiar a la humanidad. La historia era como un videojuego en el que si la humanidad cometía algún error terrible podía volver a la pantalla previa e intentarlo de nuevo”. Ya no, porque “un futuro Hitler podría rediseñar nuestros cuerpos, cerebros y mentes”. Y de hecho, para reforzar sus tesis, ha recordado que desde los años sesenta se usan tests prenatales para identifica enfermedades pero también el sexo de los fetos. Eso en algunas partes del mundo con “ideas misóginas” ha llevado a abortar muchos fetos femeninos. En 2005 en la provincia china de Jiangxi entre los niños menores de cuatro años había 699 niñas por cada mil niños.

"Putin probablemente preferiría tener soldados inteligentes y disciplinados sin compasión, los eunucos del siglo XXI”. “Y estamos muy lejos de entender los entresijos del genoma o del cerebro humanos. Hay pocas cualidades controladas por un simple gen o neurona. Actualizar la inteligencia puede acabar haciéndose a costa de la compasión ¿Quién juzga los costes y beneficios de estas intervenciones? ¿Tiene los padres derecho a rediseñar a sus hijos como quieran? ¿O le toca a la sociedad decidir qué rediseños son obligatorios? Vladimir Putin probablemente preferiría tener soldados inteligentes y disciplinados sin compasión ni profundidad espiritual. Algo así como los eunucos del siglo XXI”. Y ha lamentado que podemos “perder mucho potencial sin darnos cuenta siquiera de que lo tenemos. Para evitar una calamidad histórica sin precedentes, por cada euro y cada minuto que gastamos en desarrollar inteligencia artificial o ingeniería genética deberíamos invertir otro euro y otro minuto en explorar y desarrollar nuestros cuerpos y mentes”.

Y ha concluido que la mayor revolución del siglo XX, la de las mujeres, no requirió bioingeniería sino “liberar el potencial sin utilizar de la mitad de la especie”. “El feminismo dio poder a mujeres como Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, las ganadoras del Nobel por desarrollar un método de edición genética. No todo el mundo puede ser un precursor, pero todo ser humano tiene potencial desconocido y sin utilizar, quizá para mayor creatividad, mayor compasión, mayor alegría”. - lavanguardia.com


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