La inteligencia artificial puede disparar el beneficio del capital, pero todavía no puede hacer la paz en Ucrania o aumentar el gasto militar de los países europeos sin afectar al estado del bienestar ni a la transición ecológica. Es un consuelo.
Muchos artículos hay, y más habrá sobre la IA, pero es bueno - creo - recoger distintos puntos de vista. No es casual que se hable tanto, el tema es candente y adecuado, pero la visión global de Xavier Mas de Xaxàs, es de las más interesantes que he encontrado.
"Los caminos de la guerra, la inteligencia artificial (IA) y el capital se entrelazan. Las grandes corporaciones financieras y energéticas occidentales anuncian beneficios récord conseguidos con IA en el contexto de la invasión de Ucrania. Cuesta pasar por alto , por ejemplo, que el jueves la compañía anglo neerlandesa Shell publicara el beneficio sin precedentes de 9.600 millones de dólares en el primer trimestre de este año coincidiendo con la visita de Volodímir Zelenski a La Haya, donde pidió un tribunal internacional para juzgar los crímenes de su rival Vladimir Putin: Una coincidencia, sin duda, pero muy ilustrativa de las fuerzas que modelan el presente.
Que el dinero manda sobre todas las cosas es una obviedad que acostumbramos a olvidar cuando nos preguntamos por los grandes retos de la humanidad. Fíjese, por ejemplo, en el Apocalipsis que se anuncia con la IA, una tecnología capaz, dicen algunos, de sustituir al hombre. Parece, sin embargo, que las máquinas pensantes solo pueden calcular y acumular datos. Esta es la forma más primitiva del saber. Sirven para reducir los costes de producción pero no para avanzar el conocimiento. Su pensamiento mecánico aprende del pasado, de los datos recogidos, pero es incapaz de engendrar un mundo nuevo, de pensar lo que no existe. Por eso hay filósofos, como Byung-Chul Han, que están muy tranquilos. Dicen que el pensamiento humano va mucho más allá del cálculo y la resolución de problemas. Mediante la pasión y la duda, el hombre ilumina lo que no se ve, todo lo que permanece más allá del horizonte.
La IA, tan fría y superficial, no puede hacer la paz en Ucrania, pero sí recortar los gastos de producción, aumentar el beneficio del capital y acelerar la desigualdad en detrimento de las personas de clase media. Si estas personas viven en la eurozona, su poder adquisitivo, que ya ha caído un 6,5% en los dos últimos años, no se recuperará. A finales de 2024 todavía estará un 6% por debajo del nivel que tenía en 2020.
Con menor capacidad de compra, estos ciudadanos necesitarán más ayudas sociales. ¿Cómo se van a pagar, sobre todo ahora que los gobiernos europeos han disparado el gasto militar? ¿Con más impuestos y más endeudamiento o con una renovada austeridad? La IA todavía no sabe cómo resolver la vieja ecuación de la mantequilla y los cañones, ahora que la seguridad se ha convertido en una prioridad. Los países de la UE la consideran más urgente que la educación, la sanidad y la vivienda. Creen que Rusia seguirá siendo una amenaza aunque pierda en Ucrania.
La IA tampoco aclara cómo se pagará la transición ecológica. Para llegar a la neutralidad en las emisiones de CO2 se necesitan alrededor de 200.000 millones de euros anuales hasta 2050. El dividendo de la paz debía afrontar este gasto. Sin una amenaza vital identificable, los estados europeos compraban mantequilla. Ahora, sin embargo, como ha reconocido Kristalina Georgieva, gerente del FMI, "el dividendo de la paz ha desaparecido". Macron calcula que Francia tendrá una "economía de guerra" durante muchos años. El Estado de bienestar se resentirá. Los funcionarios públicos de media Europa, maestros, juristas y sanitarios, ya plantean huelgas y movilizaciones. Se sienten mal pagados, aunque la IA diga lo contrario.
Los gobiernos europeos tendrán que tomar decisiones presupuestarias que afectarán a la vida cotidiana de los ciudadanos y los políticos más radicales lo aprovecharán para derramar su retórica populista sobre el cuerpo herido de la clase media. La situación es también difícil en muchos países de rentas bajas. La deuda les ahoga. La inflación en EEUU les afecta de lleno. Cuando la Reserva Federal encarece el dinero para frenar el alza de precios, también aumentan los intereses de su deuda contraída en dólares. La IA puede ayudarles a recalcular cuánto deben, pero sólo Joe Biden y Xi Jinping pueden aliviar el peso de la deuda que soportan.
Otro ejemplo de que la IA no entiende la conexión entre dos actividades humanas tan básicas como la guerra y el trabajo es Brasil. Su neutralidad en el conflicto de Ucrania se explica por qué China es el principal cliente de sus minerales y productos agrarios. China compra un 30% de las exportaciones brasileñas, más que ningún otro país. China también es el principal suministrador de Brasil. Esta relación comercial se intensifica año a año. Por eso Lula, sin ayuda de la IA, se declara neutral y aplaude a la mediación diplomática de Xi. Es lo más inteligente que puede hacer para preservar el empleo en Brasil.
Las guerras suelen ser por la apropiación de los medios de producción ajenos. También la de Ucrania, donde Rusia ambiciona sus riquezas industriales y naturales. La IA lo sabe. También sabe que los invasores diseñan las estrategias militares y reclutan a sus ejércitos sobre la codicia y el cinismo, con épicas y valores vacíos, pero éstas son características tan humanas e imperfectas que es posible que las máquinas nunca las hagan suyas.
Las máquinas pueden trabajar de generales y empresarios, pueden acumular muertes y riqueza para sus propietarios, pero carecen de la pasión del suicida ni la ingenuidad del explorador. Es un consuelo que no puedan ser ni Putin ni Einstein. La IA no nos salva del horror de Ucrania ni nos paga las facturas, y ésta es una limitación que deberíamos mantener. Nos confirma que el futuro, aunque sea complicado, sigue estando en nuestras manos". - Sólo el hombre puede ver más allá del horizonte - Xavier Mas de Xaxàs