Escribo este artículo el viernes 21 de julio a las 18:52. Si lo que he escrito sucede, si Pedro Sánchez, prescindiendo de si ha ganado o no las elecciones vuelve a ser Presidente del Gobierno de España, o se debe ir a unas nuevas elecciones, significará que nadie ha ganado, un caso raro puesto que en las noches electorales suelen ganar todos.
"Pues parece que no sería el momento Alberto, al menos el tuyo, te pasó como a Pedro Navaja, la vida te dio una sorpresa, por cierto como tienes poca capacidad de comprensión lectora, una sorpresa, no es una monja en la cárcel, del mismo modo que las vacas tienen nombre de mujer por qué son vacas. ¡Ay Alberto!, tanto remar para acabar en la orilla. No sé si te has enterado de tu victoriosa derrota por un teletipo o a través de internet. Ya lo ves Alberto querías enterrar al Sanchismo y el sanchismo, este muerto que está muy vivo te ha casi enterrado a ti. No desesperes Alberto, aún no té 'botaran' los tuyos - de momento - Piensa que el viernes hay el recuento de votos del extranjero y aún puedes agarrar algún diputado más, y si no siempre te queda la posibilidad de un Tamayazo, que en esto ya tenéis práctica. De todos modos Alberto. lo más seguro es que vayamos a nuevas elecciones, alegría pa tu cuerpo Macarena.... Olona".
Y en el mientras tanto, desde Waterloo: “No haremos presidente a Sánchez a cambio de nada”, dijo ayer Míriam Nogueras. Pero no fue más allá. Ni siquiera explicitó las demandas que estas semanas ha repetido Junts: amnistía y referéndum de autodeterminación. Sánchez no está dispuesto a debatir del segundo, pero del primero –o algo parecido en sus efectos– habrá que ver si puede discutirse. En cualquier caso, las condiciones de Puigdemont para apoyar a Sánchez siempre buscarán dejar claro que ERC se vendió en su día por un plato de lentejas: los indultos. Habrá que ver si esto provoca una puja de exigencias entre Junts y ERC. Puigdemont podría asumir incluso que una amnistía le excluyera a él, pero quiere dejar claro que los republicanos no han sabido negociar y que el Estado español debe asumir costes por lo que ocurrió en el 2017.
Sea cual sea el desenlace del 23-J, queda de manifiesto que el conflicto catalán es una crisis del Estado de gran magnitud e irresuelta. Que un expresidente de una región determinante económica y socialmente como Catalunya siga seis años después expatriado (fugado para la justicia, exiliado para el independentismo) es una anomalía que requiere afrontarse desde la política. Y quizás ahora sería el momento de hacerlo. Pasarán cosas que nunca han pasado.
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