Comentaba ayer que no nos debería de sorprender ver navegar un barco como el Bibby Stockholm. Esta semana le hemos visto siendo remolcado por aguas británicas, acercando cada vez más la realidad de que esta prisión flotante encerrará a 500 personas solicitantes de asilo. No es un crucero, es una cárcel para personas inocentes, vulnerables, que huyen de los países para intentar salvar sus vidas. Ante esta situación, el primer ministro Rishi Sunak adopta una postura xenófoba, miserable, absolutamente indeseable. Sin embargo, el Bibby Stockholm se topó con un obstáculo inesperado: ni Londres ni Wirall (a las afueras de Edimburgo) aceptaron que esta monstruosidad atraque. En el caso escocés, la oposición de la ciudad en bloque ha sido determinante para que el operador del puerto rechazara lo que es en toda regla una prisión flotante. Por su parte, Londres cuenta con un alcalde, Sadiq Khan, al frente de la oposición, reivindicando el refugio que históricamente ha ofrecido la capital británica a las personas refugiadas.
Por el momento, la embarcación está atracada en la isla de Portland en Dorset, aunque existe una fuerte oposición local. Sunak no contaba con que, incluso los que defienden posturas xenófobas como la suya, se oponen a que el Bibby Stockholm atraque a sus puertos. Los motivos nada tienen que ver con la empatía o un mínimo de humanidad; más bien al contrario, adoptan el discurso fascista de la inseguridad y que 'vienen a sacarnos lo nuestro'.
La oposición ciudadana será fundamental para detener esta vulneración de derechos, no sólo en Reino Unido, también en el resto de Europa. Aunque sería deseable que la Unión Europea en su conjunto y sus Estados miembros individualmente adoptaran medidas de presión para desactivar estas políticas xenófobas de Sunak, la ciudadanía debe jugar un papel protagonista. En su contra tiene que esta prisión flotante no es la primera vez que esconde personas refugiadas; ya lo hizo en los 90 en Hamburgo (Alemania) y en 2000 en Rotterdam (Países Bajos). Además, no podemos obviar una realidad incómoda para gobiernos como el de España: no podemos rasgar las vestiduras por el Bibby Stockholm mientras en nuestro país mantenemos los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE). La diferencia es que uno flota y los demás no. Lo que tienen en común, que a todas y todos nos hunden en el espanto, en la ruindad.
En este sentido, deberíamos abordar la problemática de forma global: aunque el Bibby Stockholm es un giro de rosca adicional, la deshumanización de las personas ya la teníamos previamente con los CIE, donde el hacinamiento y la calidad de vida tan pobre ya se han cobrado vidas en nuestro país. Vidas, no lo olvidemos, de personas inocentes que son declaradas ilegales por esta extrema derecha que anhela alcanzar el poder el próximo 23-J y que la izquierda ha recluido como si fueran culpables de algún delito. Acabamos también en España con nuestros Bibby Stockholm terrestres, antes de que mueran más inocentes...
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