Hay demasiadas muertes a las que hace tiempo nadie visita, ni les limpian el nicho ni encienden velas o les traen flores. Los Mossos d'Esquadra investigan más de 160 profanaciones de tumbas que en los últimos meses se han producido en el cementerio de Montjuïc de Barcelona. El saqueo para robar joyas y oro de los difuntos podría ser mucho mayor. Algunos trabajadores del cementerio han asegurado de forma extraoficial a La Vanguardia que la cifra de nichos violentados podría superar los 300, aunque el director de Cementerios, Miquel Trepat, niega este último dato.
Estremece sólo pensar que alguien sea capaz de romper la losa que protege un nicho para remover entre restos humanos en busca de joyas y piezas dentales de oro. Pero el robo es el único móvil que justifica una ola de profanaciones tal que provocó que el pasado 3 de julio un miembro del equipo jurídico de la empresa pública gestora de los cementerios presentara una denuncia en la comisaría de los Mossos d'Esquadra de Sants. Montjuïc. El responsable prestó declaración y cifró el número de asaltos en 160. Desde el inicio de la ola de profanaciones, que los responsables del cementerio sitúan entre mayo y julio, la policía catalana, en coordinación con la Guardia Urbana de Barcelona, ha realizado dos dispositivos nocturnos conjuntos para intentar encontrar a los asaltantes in fraganti. Las patrullas de seguridad ciudadana de Sants circulan a menudo por el exterior y el interior del cementerio, atentos a cualquier movimiento sospechoso.
Actualmente, prácticamente nadie entierra a sus seres queridos con piezas de valor. Dar sepultura a los fallecidos con sus joyas ha quedado reducido a pocas culturas, como la gitana, que sí mantiene la tradición. Ni uno solo de los muchos panteones de familias gitanas que hay en Montjuïc ha sido violentado, aseguran las mismas fuentes. Los profanados son mayoritariamente antiguos y sin lápida.
Parece que en este país no hay forma de respetar ni a los muertos, sea en cementerios o en las cunetas. Un país que no sabe respetar a sus muertos no merece ningún respeto. Respetar o guardar respeto, que la culpa no siempre será del otro.

En Sabadell los profanadores de tumbas son la Funeraria Torra, con la connivencia del Ayuntamiento: "Sepulturas a 99". Suena al eslogan de una nueva oportunidad de negocio de los bazares de la ciudad, pero la leyenda no tiene nada en ver con las tendencias de mercado, sino que ilustra una problemática que traspasa la frontera del material sensible para muchas familias de Sabadell, cuyo nombre representa a un grupo de ciudadanos que se han organizado contra la decisión unilateral del consistorio de reducir a 50 años las concesiones de nichos, originalmente contempladas a 99 años, como recuerdan a sus portavoces apelando a la amplia jurisprudencia. Desde 2009, el ayuntamiento tiene cedida la gestión del cementerio municipal a la funeraria Torra, que está contactando con los afectados para instarles a renovar la concesión porque han superado los 50 años. La controversia surge cuando parte de las familias interpeladas alegan que el otorgamiento que en su día se firmó era con carácter de "perpetuidad, lo que conlleva un período de 99 años". Pero en el fondo de la cuestión, lo que hay es un afán recaudatorio evidente detrás de todo esto; el consistorio se aprovecha de la buena fe y la ingenuidad de gente mayor, gente humilde.
Renovar la concesión de un nicho otros 50 años se va a los mil euros. Una aberración más que añadir al obsceno negocio de la muerte de las funerarias, que impunemente roban a los vivos y a los muertos. Legalmente, eso sí, pero no siempre la legalidad es justa y menos honesta.