Plagiar o no plagiar, copiar o no copiar, esta es la cuestión. Esto que acabo de escribir, efectivamente, se parece muchísimo a lo que ha escrito ya otra persona. No me extrañaría nada que el parecido fuera casi literal. Pero no por ello ha de ver comprometida su originalidad. Aquella semejanza es, siempre, pura coincidencia. Y nótese bien: dos personas solo pueden coincidir en algún lugar - o en alguna idea - cuando vienen de lugares distintos. La originalidad radica, en definitiva, en la procedencia. De todas formas, también el plagiario hace su papel. Naturalmente, si tiene acierto en elegir lo plagiado. Como decía Fuster, lo peor del plagio no es que sea un robo, sino que es una redundancia y de hecho, desde un punto de vista serio y utilitario, es preferible que se escriban plagios de cosas sensatas que no que se escriban tonterías originales. Al fin y al cabo, el que plagia, coge parte de una historia y la explica a su manera, porque nunca nadie escribe una historia cien por ciento a nuestro gusto.

ChatGPT puede escribir un artículo sobre la crisis del Mar Rojo como lo haría Enric Juliana. Con su característico estilo. La IA utilizará todos los escritos que nuestro colega ha ido publicando en La Vanguardia. Ya les digo que no va a llegarle ni a la suela de los zapatos, pero más de uno lo consideraría fetén y suficiente. Además, sería gratis. En teoría, ya que grandes tecnológicas ingresarían sus buenos dividendos. El diario The New York Times ha demandado a OpenAI y Microsoft por utilizar sus contenidos para entrenar ChatGPT y otros servicios que ahora compiten con el contenido del periódico. Es la primera demanda de un gran medio a empresas de inteligencia artificial, pero habrá más, puesto que afecta a periodistas, músicos, actores, escritores, ilustradores... En definitiva, cualquier autor. Cuando se plantea esto, se suele argüir que no es posible poner puertas al campo. Incluso hay reacciones acomplejadas por el temor a quedar como refractarios al progreso, de forma que denunciamos con sorna a quien plagie una novela o una tesis doctoral, pero elogiamos con rendida admiración lo bien que hace eso mismo ChatGPT.

La IA va a mejorar nuestras vidas, como lo hizo internet. Pero como se demostró también en ese caso, aplicar la ética y proteger la creatividad son condiciones inexcusables y nada contrapuestas a la tecnología. De hecho, no hablamos de tecnología. O no solo. Si no de multinacionales que deciden sin control alguno y en función de sus intereses económicos sobre nuestro trabajo, con consecuencias que nos afectan a todos. La batalla no ha hecho más que empezar, y será larga y cruenta.