Supongo que lo máximo que sabemos de Honduras, es que su capital es Tegucigalpa, y que pertenece al grupo de países olvidados, de donde no sabemos qué pase nada en ellos. Pero lo que seguro que no sabemos es que Girona se ha convertido en una pequeña Honduras. La cifra de hondureños residente en la última década se ha más que duplicado y es el colectivo extranjero que más nuevas altas incorpora al padrón. Tanto es así que los políticos del país centroamericano ya hablan de Girona como el 19º distrito de Honduras.

El vínculo de la ciudad con la comunidad hondureña no es ni mucho menos reciente. Las primeras páginas se empezaron a escribir en 1976, cuando la ahora septuagenaria Rosa María Álvarez, junto a otras amigas, vino a trabajar en hogares de la ciudad. “La necesidad apretaba, yo venía de una familia muy pobre y no tuve apenas oportunidades de ir a la escuela; a los 8 años me puse a trabajar en una tienda, en una tabacalera, en las casas y mi último empleo allí fue en un McDonald’s”, explica la mujer que espera poder regresar a su país natal para pasar allí sus últimos años de vida. A los 24, recibió una oferta para ir a trabajar en tareas del hogar para una mujer de Girona.

Vino por dos años y lleva aquí 47, periodo durante el cual ha formado una familia y no ha parado de trabajar. “Hasta que me jubilé nunca me ha faltado empleo”, asegura la mujer, natural de Talanga, a unos 50 kilómetros de la capital del país, Tegucigalpa. La mayoría de mujeres hondureñas afincadas en Girona, proceden, precisamente, de esta ciudad. El boca a oreja, como en muchos procesos migratorios, ha sido determinante.

Desde 2012 es el grupo extranjero mayoritario de la ciudad, superando al marroquí. “Ocho años después de llegar a Girona, una mujer abrió una agencia de empleadas de hogar y contactó con una de mis amigas que había emigrado conmigo: ella le buscaba candidatas en Honduras y fue así como unas se lo dijeron a otras, y estas a otras y se creó una cadena que ha llegado hasta el día de hoy”, explica.

En noviembre había más de 7.300 hondureños empadronados en la ciudad. La licenciada en pedagogía Mariela Sandres, víctima de violencia de género en su país, llegó hace cuatro años y medio, animada por su red familiar y de amistades que ya tenía en Catalunya. Tras un tiempo en Barcelona, trabajó al cuidado de niños, ancianos y personas con discapacidad. Ahora lo hace en el consulado de Honduras en Barcelona, pero mantiene su hogar en Girona. 

De no ser por el artículo de Silvia Oller en la vanguardia, los hondureños de Girona serían inmigrantes olvidados, como su país.