UN DOGMA TARDÍO

Hoy se celebra una fiesta que es la de la patrona de España y la del arma de infantería. La Purísima, la Inmaculada Concepción, es un dogma muy tardío –o muy reciente, todo depende de según cómo se mire– de la Iglesia católica, que no fue proclamado hasta 1854, nada menos, por Pío IX. El dogma se resume en que la Virgen María, receptáculo humano de la divinidad, vaso de Jesucristo, fue concebida desde el mismo momento de su, precisamente, concepción, libre del pecado original por obra y gracia divina y en atención a ser madre del hijo de Dios.

Un dogma especialmente caro a los españoles y que demostraba hasta dónde llegaba la finezza teológica de quienes querían a la madre de Dios virgen y concebida libre del pecado primigenio que nos iguala a todos los humanos menos a ella. El 8 de diciembre es la Purísima y, nueve cabales meses más tarde, el 8 de septiembre, la Natividad de la Virgen María. Todo está calculado…El tema no es banal, aunque pueda parecer que frivolizo, pues hubo guerras no santas entre franciscanos y dominicos, por ejemplo, por el tema de la inmaculada concepción de la Virgen. Algún convento ardió en Sevilla y algún muerto con hábito se cobró la disputa. Fue un franciscano escocés, Juan Duns Scoto, que luce la marca de su origen en su nombre, quien primero defendió –o al menos quien lo hizo de forma más notoria– la teoría de la inmaculada concepción de María. Teólogo del siglo XIII que fallece en los primeros años del XIV y que completa la tríada de escolásticos de la baja edad media, junto con Guillermo de Ockham y, cómo no, Tomás de Aquino.

El porqué los españoles se abonaron tan rápidamente a esto de la doble pureza de María daría para varios tratados, pero no fue ajeno a la defensa a ultranza de la Inmaculada Concepción un hecho de armas: el llamado milagro de Empel. Sucedió entre el 7 y el 8 de diciembre de 1585, durante la guerra de los Ochenta Años. El Tercio Viejo de Zamora estaba sitiado por una flota holandesa de más de cien barcos. Y no tenían esperanza de salvación. Menos todavía cuando los holandeses rompieron los diques y anegaron lo que restaba del campo de batalla. Los españoles solo encontraron refugio en Empel, en un montículo que era la única elevación desde la que aguardar el asalto final de los de los Países Bajos. Cavando una trinchera sin esperanza, un soldado encontró una tabla flamenca con la imagen de la Virgen. A ella se encomendaron los del tercio. Y la Inmaculada trajo un viento gélido que heló las aguas, de tal forma que la tropa española pudo caminar sobre las aguas congeladas y asaltar la flota enemiga. Tradiciones y olvidos. Y un puente sobre las aguas. - Con información de la vanguardia y Wikipedia.

Ante tanta idea fantasiosa, prefiero la versión de Paul Verhoeven, és más razonable y comprensible, pues de ser cierto lo de la Virgen estaríamos ante el primer caso de fecundación in vitro. Veréis, una de las pocas cosas que ni entiendo ni comprendo, es que alguien medianamente lúcido, medianamente inteligente, sea capaz de creer en algo tan intangible como la Santísima Trinidad, Jesús, sus milagros y todo este teatro de la antigua farsa. Y no me salgan ustedes con lo de la Fe, que ya sabemos que ni tan siquiera es capaz de mover montañas.

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Comentarios

  1. Y menos de parar crímenes, porque, además parte de ellos se cometen con el nombre de lo divino y adláteres en la boca.

    Interesante la breve información sobre uno de los episodios de la mitología moderna del cristianismo. Qué problemas ha tenido siempre esta religión, y en su matiz católica todavía más, con la sexualidad y la mujer. Todo viene del concepto segregacionista sobre estos temas. Ay, Señor.

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  2. La teoría de Verhoeven parece más razonable. Claro que en el fondo todo es cuestión de fe. No deja de ser curioso que no se dieran cuenta de la virginidad perpetua de María hasta 1854. Oh my god.

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