En la vorágine del día a día, a menudo olvidamos la importancia de los días intermedios. Estos días que no son ni festivos ni laborables, que no marcan un inicio ni un final, sino que se ubican en el limbo de lo cotidiano. Sin embargo, estos días intermedios pueden ser mucho más que simples transiciones. Pueden ser una oportunidad para la reflexión, la introspección y la acción. En la sociedad actual, estamos constantemente bombardeados con información y estímulos. Apenas tenemos tiempo para detenernos y reflexionar sobre nuestras vidas. Los días intermedios nos ofrecen la oportunidad de hacerlo: hacer pausa en la rutina y tomarse un respiro. Los días intermedios son también un buen momento para mirar hacia dentro. Podemos aprovechar este tiempo para reflexionar sobre nuestras prioridades, valores y objetivos. Es una ocasión para preguntarnos: ¿Qué es lo que realmente importa en mi vida? ¿Estoy en el camino correcto? Los días intermedios no solo deben ser para la reflexión. También puede ser un trampolín para la acción. Podemos utilizar ese tiempo para iniciar nuevos proyectos, aprender nuevas habilidades o simplemente hacer algo que nos apasiona.
Pero los días intermedios tienen fecha de caducidad, para un jubilado, todos y cada uno de los días son intermedios, interminables hasta el aburrimiento, y cada vez más pesados, difíciles de digerir y administrar. Cuando uno ya ha visto todos los paisajes, leído todo lo que debía leer, escrito todo lo que debía escribir y renunciado a todo cuando podía renunciar, es cuando empieza a sentir ese cansancio de vivir, y eso sin apenas vivir, que aún es peor. Cuesta encontrar una motivación para levantar el ánimo, para ilusionarse, para dar algún sentido a ese 'laissez faire' cotidiano que ha perdido todo interés. Pero hay que crear expectativas, aunque cueste, y hacerlo en el día a día, porque parece que lo vital, como me decía Carlos hoy, va bien, y parece que tenemos para rato, o como decía mi padre, para lo que hacemos ya estamos bien aquí. Menos mal que los abuelos ya tenemos a los nietos que nos dan trabajo a cuidarlos, llevarlos a la escuela, etc. Los nietos y en ocasiones algún perro.
Habría que pensar que quizás no estábamos preparados para vivir tanto tiempo, y aquí como en la vida no hay manual de instrucciones, Recuerdo al principio del blog (2006) una abuela gallega que tenía un blog que se llamaba 'a mis 80 años' y yo pensaba, ¡uf! A los 80 años no estaré yo para blogs, y mira, casi he llegado. O sea que seguiré esperando a Godot a pesar de saber que nunca llegará, cosa que sí hará la parca, pero no hace falta que se estrese ni se apresure. Nosotros como Felipito Tacatún decimos: YO SIGO.
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