Ya está bien de futbolizar la política. Como escribió Gaziel, Barcelona y Madrid son dos ciudades de signo espiritual diferente e incluso opuesto; una más sentimental, la otra más quijotesca, “pero como unos hermanos siameses no pueden ser separadas”, aunque a menudo los altavoces mediáticos de unos parecen querer distorsionar la banda sonora de otros. Pasqual Maragall dijo aquello tan inteligente de que Madrid es una capital que no sabe ser ciudad y Barcelona es, en cambio, una ciudad que no termina de saber ser capital. Ayuso sostiene que los catalanes son cada vez más provincianos y solo les interesa lo suyo. Pero lo que no resulta de recibo es que Díaz Ayuso diga que cuando va a Barcelona la gente se le echa en brazos para pedirle que no les abandone, porque el clima de Catalunya es insoportable. O que en Barcelona la inseguridad asalta por todos lados, los ciudadanos no disponen ni de agua y los escolares son los últimos en PISA. Para rematarlo con la frase: “Están encerrados en lo provinciano y lo único que les importa es ser catalán”. Esta sarta de sandeces solo la puede decir una idiota llena de ira y de furia, aunque no sé si la Señora de la fruta sabe quién era Macbeth. Lógico, Isabel, la provinciana eres tú, y no lo sabes.
Se diría que un cierto procesismo ha cogido el puente aéreo. Madrid está espléndida y Barcelona también. Y no hay que pedir permiso por ser catalán. Deberíamos conseguir que la política no nos complique la vida. Y que el populismo enmudezca.
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