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SPACE-OUT


Vivimos ocupando nuestro tiempo, a la carrera. Apurando, exprimiendo los segundos y tratando de encontrar la excelencia en esa complicada gestión del tiempo. Sin embargo, perdemos cualidades que residen en saber detenerse y contemplar. En la posibilidad de aburrirse, en la necesidad de no hacer nada para recargar baterías. En Corea del Sur no solo se han dado cuenta de eso, sino que compiten año tras año para saber quién es el mejor en no hacer absolutamente nada. Lo han considerado como todo un desafío, ese saber estar en la pausa. 
Los coreanos gozan de tener los índices de estrés académico más altos y la presión por triunfar llega a ser extrema. No hay momento para detenerse, solo importa alcanzar el objetivo, así hasta desarrollar ciertas dificultades para parar y oxigenar tanto la mente como el cuerpo. Han sido más de cuatro mil participantes los que han aprovechado el desafío, llamado­ Space-out, para comprobar el nivel de ruido de sus mentes y la terrible adicción que nos aflige ya a todos: mantenernos siempre en marcha.
Este acontecimiento fue creado hace cinco años por un artista visual que ha convertido el evento en toda una performance con mensaje crítico a la sociedad que cultivamos. La prueba dura 90 minutos y solo hay que estar quieto, mirando al vacío, sin dormirse, sin hablar y sin reírse, explica la colaboradora, y añade que a los concursantes se les "revisa el ritmo cardíaco cada 15 minutos para ver que no están muertos". Además, esa también es una parte fundamental de la prueba porque gana quien "mantiene las pulsaciones más bajas y recibe más votos de la audiencia".
Esta curiosa competición se ha expandido a otros lugares como Tokio, Rotterdam, Taipéi o Hong Kong, y puede que siga expandiéndose a modo de protesta –silenciosa– ante la marcha trepidante de la vida. Puede que en unos años se considere –lo de no hacer nada– como parte de las tareas agendadas. Este domingo, o cualquier otro dia festivo, si puedes, créate un space-out y dedícate un tiempo a perderlo, a no hacer nada, a dejar caer los pensamientos de la mente, a tumbarte en casa, en el campo, en la cama, en el sofá y, sin dormirte, estar contigo y nadie más. Practica un space-out y respira la vida antes de que nos asfixie. Los jubilados somos expertos en ello, y los parlamentarios europeos que asisten a las aburridas sesiones, aún más, incluso les hay, como Margallo, que aprovechan para echarse una siestecita.

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