Y todo eso, con dos guerras terribles a las puertas de Europa, que nos interpelan a diario y que nos obligan a dedicar más recursos a la industria bélica. Sin olvidar que el discurso del odio recorre Europa de la mano de la extrema derecha y que las noticias falsas cercan la verdad. Un dato: desde que empezó la guerra de Ucrania han sido expulsados un millar de espías rusos.
La derecha de este país, que tiene un mal perder, pretende que estas elecciones sean un plebiscito (otro más) sobre Pedro Sánchez, cuando está en juego la propia concepción de Europa. El compromiso que democristianos, liberales y socialdemócratas asumieron tras la Segunda Guerra Mundial para que Europa fuera un territorio unido, solidario y libre, concebido como un Estado de bienestar y donde nunca más los europeos fueran víctimas de los totalitarismos peligra, mientras en España nos miramos el ombligo.
Hoy no se vota a Sánchez o a Feijóo, sino el futuro inmediato de Europa, donde los viejos fantasmas del odio y la sinrazón quieren salir de sus tumbas para atraparnos de nuevo, y votar a Feijóo o Abascal alimenta a estos viejos fantasmas y ennegrece el futuro de esta Europa tan polarizada.
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