El escándalo en la sesión del Congreso en la que se aprobó la ley de Amnistía, con Gabriel Rufián espetándole “próxima parada, referéndum”, me recordó el incendio ocurrido en verano de 1869 en la botica de la calle Fuencarral de Madrid, donde se exponía en el escaparate la pierna embalsamada del diestro El Tato, víctima de la embestida del toro Peregrino. El día en que las llamas devoraron el establecimiento, al farmacéutico sólo parecía preocuparle la pierna del matador, hasta el punto de que se jugó la piel intentando salvarla del fuego, recuerda Màrius Carol. Mientras, Marta Rovira, Ferrussolea, encarnada en el personaje de la visita del rencor. La dirigente de los republicanos ha asegurado que la amnistía debe ser la excusa perfecta para "recomenzar", para que las formaciones y entidades independentistas vuelvan a andar de la mano y conseguir un referéndum de autodeterminación acordado con el Estado. Otra que no ha entendido nada, ni ha aprendido su lección. "Les hemos hecho tragar la amnistía” se jacta la impúdica. Recomenzar, dice, recomenzar por qué?, para volver a hacer el ridículo y perjudicar aún más al país que se supone tanto ama. Cuando oigo a nuestros dirigentes decir que todo lo hacen por su país, me entra la duda razonable de si se refieren a Catalunya, Suiza o Andorra.
David Madí, en su reciente libro Merecer la victoria, dice que los catalanes deberían desencadenar un proceso de reconciliación con su futuro, más allá de las políticas concretas o circunstancias de los hombres políticos y de sus legítimas ambiciones. No parece un mal consejo. Para empezar, si Rufián quiere citar a Manu Chao podría hacerlo con la frase original, mucho más sugerente: “Próxima estación: esperanza”. Y marta Rovira bajar del burro, dejar de soñar imposibles y tener los pies en el suelo.
Recomenzar, dice la fugada, ¿para qué?, para volver a cagarla...
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