ANATOMIA DE UN INSTANTE

La victoria de La Roja ha acaparado la máxima atención mediática desde el domingo por la noche. Tanto es así que, aun así, el atentado contra él del presidente Trump y su icónica imagen con la oreja y el rostro ensangrentado alzando el puño como la bandera estadounidense ondeando han logrado un desplazamiento mínimo. Dos instantes que reinan en la memoria colectiva y que demuestran que nuestras vidas son fiestas de momentos con tesis que van amueblando un relato que se desdibuja con el paso de los años, pero que mantiene vivos los instantes claves. Las impecables imágenes que ofrece el Diari de Sabadell de la celebración de la victoria de la selección española en el parque de Catalunya son un reflejo de estos momentos vitales. En este caso, marcados por una euforia colectiva que se contagia y que exuda un sentimiento patriótico de aquellos que seguro que de malhumor a más de un indepe. 

Como en todo fenómeno de masas, las interpretaciones pueden ser muy diversas. Pero su reflejo en los medios de comunicación adquieren una dimensión distinta. Por lo general, se magnifica, aunque en el caso de la Eurocopa las audiencias televisivas conseguidas son de una dimensión estratosférica. Lo mismo ocurre con el atentado de Trump. Todo el planeta vive ese instante que queda grabado para siempre en nuestras retinas.

El título de este artículo explica Josep Mercadé que le ha tomado parte del libro que en 2009 publicó Javier Cercas. Su 'Anatomía de un instante' trata sobre la icónica imagen de aquel teniente coronal Tejero con un arma en la mano entrando en el Congreso de los Diputados gritando: “¡Al suelo! Quieto a todo el mundo” en su intento de golpe de Estado. Ese también fue un momento que ha quedado grabado para siempre en la memoria colectiva de quienes lo vivieron. A Cercas, esos minutos, le dieron por escribir un libro de cerca de 500 páginas.

La celebración de la victoria de la Roja muchos lo aprovecharán como acto de reafirmación nacional. Otros simplemente lo viven como un triunfo futbolístico y disfrutan del juego sin buscar más interpretaciones. Lo que sí se podían haber ahorrado, es la celebración de ayer, que por vergüenza ajena ya no vi, como no veo hace tiempo del Barça, y no porque no gane títulos, vengo a referirme de cuánto ganaba. Curiosamente, los que menos dieron la nota fueron Lamine Yamal y Nico Williams, los únicos que no han desmontado toda la teoría de esta selección integrada en los valores de la España real y global, bla, bla, bla, nada. Todo ello fuego de virutas, Gibraltar español, la mayoría borrachos y Carvajal comportándose como lo que es, un idiota maleducado. Qué mal ejemplo que dieron todos juntos a los niños a los que se suponga les ponen estos chicos de ejemplo como estándares de los valores del fútbol.

El problema es que en estos instantes siempre quedan dudas sobre si ha sido una cosa u otra. En el caso del fútbol, ​​lo que se hace más evidente es que los instantes de euforia, guste o no, permiten a muchísima gente disfrutar de momentos inolvidables que cada uno puede administrarlos e interpretar como quiera, pero hay formas de celebrar por parte de los jugadores que sería mejor que se hicieran en privado. Como diría Amunike: Campelones oe, oe, oe.

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