BLOG DE FRANCESC PUIGCARBÓ

PUIGDEMONT, AGENTE DOBLE DEL ESPAÑOLISMO

Si les digo que Carles Puigdemont es un agente doble al servicio del estado español estoy seguro de que me tacharán, como mínimo, de loco. ¿Cómo va a ser españolista el hombre que declaró la independencia de Catalunya, aunque sólo fuera un ratito, y que lleva siete años poniendo en jaque a la justicia española? Parece un argumento difícil de defender si nos basamos exclusivamente en el razonamiento político, pero si le aplicamos el método científico, comprobarán que las pruebas son irrebatibles. - Jose Antonio Pareja a elplural.com.
Cuando Carlos Puigdemont llegó al poder, nombrado a dedo por el presidente catalán saliente, Artur Mas, el movimiento independentista en Catalunya estaba en su máximo apogeo. Manifestaciones en las calles que se contaban por cientos de miles de asistentes, unión entre los partidos independentistas (más aparente que real, pero unión) y el mayor grado de sentimiento independentista entre los ciudadanos catalanes que había habido en la historia del país.
En julio de 2016, a los pocos meses de estar al frente del Govern catalán, promovió, junto a otros dirigentes convergentes, la disolución de Convergencia Democràtica de Catalunya, partido que hasta entonces había sido el eje central del nacionalismo catalán.  Colaboró en la fundación del partido sucesor, el PDeCat. Pero el juguete le duró poco tiempo y acabó formando un partido a su medida, Junts per Catalunya, que en las últimas elecciones autonómicas se presentó, en un acto de humildad poco frecuente en el mundo de la política, como Junts+Carles Puigdemont per Catalunya. Primer objetivo cumplido: eliminación del partido nacionalista catalán por excelencia.
El 10 de octubre, nueve días después de la celebración del referéndum, Carles Puigdemont hizo una declaración parcial de independencia que quedó inmediatamente suspendida a la espera de abrir negociaciones con el Gobierno Central. Como ya saben ustedes, la respuesta del Gobierno de M. Rajoy fue el anuncio de la aplicación del artículo 155 y el día 27 de octubre, ante la negativa de Madrid a negociar, Puigdemont procedió a la declaración unilateral de independencia, pero no la registró en el Parlament y, por lo tanto, nunca tuvo validez jurídica. Segundo objetivo cumplido: invalidación de los resultados del referéndum del 1 de octubre.
Como muchos recordarán, pocas horas después de la declaración de independencia hizo lo que hubiera hecho cualquier estadista de altura: irse de fin de semana a su casa de Girona. Allí convocó a parte de sus colaboradores más cercanos y el domingo 29 de octubre los conminó a que el día siguiente, lunes 30, fueran a sus despachos, como iba  a hacer él mismo, a cumplir con su labor como máximos responsables de la nueva Catalunya independiente. En el momento en el salieron por la puerta del campo de golf donde los había convocado, se subió a un coche que tenía preparado con sus maletas y emprendió camino a Bélgica. Para asegurarse de que el resto de los miembros del Govern irían a la encerrona que les tenían preparada en sus despachos oficiales, la misma mañana del lunes 30 de octubre colgó en las redes una fotografía del Palau de la Generalitat, haciéndoles creer que él ya estaba en el lugar que le correspondía. Su huida imposibilitó obtener la libertad provisional a la espera de juicio al resto de los acusados. Tercer objetivo cumplido: entrega a la justicia española de los principales responsables de la declaración de independencia.
Intentó justificar su marcha al extranjero con el argumento de que desde el exterior realizaría una campaña de comunicación que llevaría al reconocimiento internacional de la independencia de Catalunya. Lejos de eso, durante estos siete años solo ha sido un personaje incómodo allá donde ha ido, y no ha conseguido el mínimo  apoyo, salvo el de algunos partidos de extrema derecha nacionalista, como el xenófobo partido nacionalista flamenco. Cuarto objetivo cumplido: desprestigio internacional de la causa independentista.
Durante estos siete años, no sólo por su culpa, pero sí especialmente gracias a él, el movimiento independentista en Catalunya se ha ido desmovilizando de forma evidente, alcanzando el rechazo a la independencia su punto álgido este pasado mes de julio. Según la encuesta del CEO (Centre d'Estudis de Opinió, dependiente de la Generalitat) de celebrarse un referéndum de independencia el 52% de los catalanes votarían en contra, frente a un 40% que lo harían a favor. Quinto objetivo cumplido: desmovilización del independentismo catalán.
La prueba más evidente del éxito de su trabajo como desactivador del movimiento independentista es que el pasado jueves, el día del debate de investidura de Salvador Illa, después de semanas anunciando a bombo y platillo su regreso a Catalunya tras siete años de exilio, consiguió que hubiera más periodistas que seguidores en el Arc de Triomf. No pudo detener la investidura de Salvador Illa, al contrario, reafirmó su figura política y, de paso, se cargó de un plumazo el prestigio de su policía autonómica. Un cuerpo policial que es elemento fundamental de la soberanía catalana y que costó sudor y lágrimas formar y darle presencia. Sexto objetivo cumplido.
Por sabotear ha saboteado incluso a la abogacía catalana, podría haber escogido a cualquiera de los grandes penalistas que hay en Catalunya, pero ha preferido  como defensor a Gonzalo Boye, que después de ocho años junto a él sigue sin hablar una sola palabra de catalán.
Saquen ustedes sus propias conclusiones, pero yo creo que solo hay dos opciones posibles: o Carles Puigdemont es un agente infiltrado y esto explicaría porque no ha sido detenido ni por el PP ni por el PSOE o es un completo y absoluto inútil.
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