Los mayores de 80 años, concentran la mayor tasa de estas muertes en España, y Sanidad los ha incluido como colectivo que requiere atención prioritaria en el nuevo plan de acción contra el suicidio. Los datos oficiales dicen que la mayor tasa de suicidios en España se da entre las personas mayores de 80 años. Sin embargo, es difícil encontrar a los supervivientes –a sus familias o amigos– en los grupos de apoyo que existen a lo largo y ancho del país. Son muertes invisibles, especialmente difíciles de prevenir y con apenas intentos fallidos, coinciden todos los expertos consultados. El nuevo Plan de Acción contra el Suicidio que está ultimando el Ministerio de Sanidad incluye a este colectivo entre las personas que requieren atención prioritaria por ser “especialmente vulnerables” a quitarse la vida. La mayoría son hombres.
“Muchos mayores no se quejan de tristeza, sino del cuerpo, de que le duelen cosas. Y si el sanitario o sanitaria no conoce que la alerta puede venir por ahí, no se da cuenta. No te cuentan que están desesperados o que la vida no tiene sentido. Tenemos que preguntar más, tener una actitud de diálogo y de alerta porque en personas mayores las depresiones pueden ser una antesala del suicidio”, desarrolla el psiquiatra. A esta situación se suma que tienen menos intentos autolíticos que otros grupos de edad. No acostumbran a fallar, de manera que la tasa sube. Y el impacto en los supervivientes que les rodean es brutal por ese carácter, a veces, tan inesperado. “En las terapias ves a personas adultas, independientes, a las que les afecta de forma muy fuerte la pérdida de sus padres o madres muy mayores. Los necesitaban, pese a que la persona que se quita la vida puede pensar que es prescindible”, añade.
Si la brecha de género en el suicidio está presente en todas las edades, en las personas más mayores se dispara. Es un asunto estudiado desde hace tiempo para la tercera edad y tiene hasta nombre. El antropólogo Benno de Keijzer lo llama “caída del sistema”.
“El hombre jubilado se queda sin su lugar-identidad, muy centrada en lo laboral, y se queda sin proyecto porque no lo ha construido o preparado. Muchos regresan a casa a tiempo completo sin involucrarse en lo doméstico o en la crianza, como sí lo hacen las mujeres, jubiladas o no. También las mujeres logran construir más vínculos emocionales significativos y diversos que los hombres”, explicaba en este reportaje. En los datos de suicidio se ponen negro sobre blanco “los mandatos de la masculinidad tradicional” para muchos hombres: “ser fuertes, no pedir ayuda, no reconocer la vulnerabilidad o tener un concepto equivocado de autosuficiencia”. La transición de la vida productiva al final de ella “resulta más dura” para los hombres, subraya Lebrusán. “Cuando hacemos análisis de cuánto salen las personas a la calle a edades avanzadas, vemos que las mujeres han tendido a moverse en círculos pequeños tradicionalmente y los hombres exploran el espacio más allá. Cuando hay una ruptura con ese espacio exterior porque se acaba el trabajo y por cuestiones de salud física, o las dos, hay mucho impacto”, analiza la socióloga.
Pese a que la tendencia a que los suicidios sean más frecuentes en personas mayores está muy consolidada en el tiempo y no varía demasiado con el paso de los años, critica Mateos, “la academia y la ciencia ha tenido cierta pereza en perfilar los instrumentos que usamos para evaluar la salud mental de los adultos más mayores”. El resultado es que sigue existiendo “mucha patología escondida”.
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