Concesionarios de Bentley, Rolls Royce y Aston Martin , restaurantes japoneses frecuentados por oligarcas rusos, dúplex de decenas de millones de euros, hoteles de lujo como el Dorchester y el Claridge’s , edificios victorianos y calles donde -si se borran un par de modernidades- se pueden rodar perfectamente películas de época con coches de caballos y todo... Al singular paisaje del barrio londinense de Mayfair se le añade desde hace seis meses un campamento de personas sin techo delante mismo del Hyde Park.

Alrededor de doce mil individuos duermen a la intemperie en la capital inglesa. No llega a los 130.000 de Nueva York o los 75.000 de Los Ángeles en una sociedad tan disfuncional como la estadounidense, pero su número aumenta cada año (especialmente desde la pandemia) y su presencia es cada vez más visible en los distritos más pudientes de la capital, como Mayfair y Camden. Ni que decir tiene que a los vecinos no les hace ni pizca de gracia, porque los asocian con la delincuencia y la suciedad. En Park Lane tienen instaladas sus tiendas de campaña en medio del tráfico, perfectamente visibles desde los coches y autobuses, y utilizan la zona verde que separa los dos sentidos del tráfico como dormitorio y cuarto de baño. No es la mejor imagen turística de promoción de la capital.

Un 43% son británicos, un 12% africanos, un 6% asiáticos y un 35% europeos, de ellos la gran mayoría rumanos. A pesar de las protestas vecinales, tan sólo ahora, una vez que el Labour ha conquistado el poder, el alcalde Sadiq Khan ha puesto en marcha el proceso administrativo para expulsarlos. Los conservadores denuncian un complot político para influir en el resultado de las elecciones, mientras que el Ayuntamiento alega que la espera responde a la necesidad de asegurar el bienestar de los afectados, y de que dispondrán de los mecanismos de apoyo necesarios una vez que sean desplazados. El alcoholismo (un 25%), las drogas (29%), problemas de salud mental (51%), la inmigración y el aumento del coste de la vida son los factores determinantes de que el número de personas que duermen en las calles de Londres, sobre todo en los meses de verano, haya aumentado un 39% respecto al año pasado y un 60% en los últimos tres. 

En semanas recientes se ha añadido la puesta en libertad anticipada de presos por la saturación en las cárceles, algunos de ellos sin dinero, ni amigos, ni familia que les puedan dar cobijo hasta que encuentren trabajo, si es que tienen suerte. Un 43% de los homeless son británicos y el resto extranjeros (un 14% africanos, un 6% asiáticos y un 35% europeos, tres cuartas partes de ellos rumanos), que no tienen acceso a los subsidios estatales de los que se benefician los nacionales.

“Estoy aquí porque no tengo un duro, en los barrios ricos circula más dinero en efectivo para las limosnas, hay más vida nocturna, más movimiento, cámaras de vigilancia por todas partes que dan una cierta sensación de seguridad, y se puede conseguir de vez en cuando un trabajo provisional en negro, insuficiente para alquilar una habitación pero que dé para comer”, dice un habitante del campamento de Park Lane que se hace llamar Stefan, de Timisoara (Rumanía). 

El vecino de la tienda de al lado, Ahmad, va descalzo y es un afgano que acaba de obtener el asilo político pero no conoce a nadie en el Reino Unido y está buscando empleo. Hay todo tipo de historias, y cada vez son más frecuentes los casos de víctimas de violencia doméstica y abusos que huyen de sus casas, y de gente que simplemente se ha arruinado, ha sido desahuciada, ha tenido que pagar un costoso tratamiento médico en la privada y no puede pagarse un alojamiento (los más cutres, con habitaciones compartidas, cuestan un mínimo de 60 euros a la semana).

Al margen del campamento de medio centenar de sin techo en Park Lane que las autoridades han decidido desmantelar, sobre todo hombres pero también cada vez más mujeres duermen al aire libre una noche cualquiera en el Strand de Londres, en el Soho, los alrededores de Piccadilly y Trafalgar Square, delante del Parlamento, en estaciones como Victoria y los soportales de las tiendas. Los propietarios de muchos comercios pagan a una compañía de seguridad especializada en desalojar a los vagabundos por la mañana temprano, antes de que abran las puertas, para que los clientes no se los encuentren.

La gran mayoría de los doce mil sin techo de Londres están sólo unos días o unas semanas en la calle, aprovechando en la medida de lo posible los servicios de organizaciones como The Connection , donde pueden ducharse, lavar la ropa, vacunarse, recibir los cuidados de enfermeras para problemas médicos menores y cargar los teléfonos móviles. Otra entidad llamada SOS tiene voluntarios que recorren la ciudad para localizar y registrar a los vagabundos, valorar sus necesidades y, si quieren, transferirlos a hostales donde con suerte, si hay sitio, pueden dormir una noche o dos (el ayuntamiento de Westminster dispone de mil camas). Aproximadamente una décima parte vive a la intemperie de manera permanente y rechaza cualquier ayuda.

El problema de los sin techo es únicamente la punta del iceberg, porque aparte de ellos hay 120.000 personas (muchos de ellos niños) en alojamientos provisionales, sin nada que puedan llamar su casa. Una década y media de austeridad, la reducción de las ayudas,la falta de vivienda (el Gobierno ha prometido construir un millón y medio en cinco años) y los costes desbocados de los alquileres han resquebrajado los cimientos mismos de la sociedad británica. El Labour tiene tarea.