Peter Sloterdijk es uno de los mayores filósofos las últimas décadas y, seguramente por eso, no le falta humor. Tras una distendida conversación a cuatro para hablar de su último libro Gris. El color de la contemporaneidad. En la vanguardia le han entrevistado, y preguntado sobre todo para alguien que ya polemizó con Jürgen Habermas sobre las mejoras genéticas en los humanos y al que la técnica no le es nada ajeno: ¿Qué sucederá con la inteligencia artificial?
“Yo era ya una inteligencia artificial antes de que alguien comenzara a hablar de esto. Porque como animal que habla, soy una inteligencia artificial, las frases no crecen en los arbustos y los árboles. Ya somos bastante artificiales como seres vivos que hablan”, responde con ironía. “Pero es cierto –reconoce– que estamos en el umbral de un nuevo capítulo en la historia de la inteligencia. Y puede ser que la inteligencia haya sido malentendida hasta ahora. Tal vez los antiguos teólogos tuvieron la intuición buena cuando creyeron que Dios es inteligencia y que los humanos son epifenómenos de la inteligencia divina. Y tal vez la inteligencia artificial que estamos creando ahora es el siguiente capítulo en la historia de la autorrealización de la inteligencia divina. Esa sería una respuesta teilhardiana. Teilhard de Chardin habló de cuestiones de ese tipo ya en los años cuarenta y cincuenta”. “De todos modos –concluye– creo que la mejor manera de abordar esta cuestión es recordar tu propia artificialidad. Y asombrarte de que seas capaz de hablar un idioma, más de un idioma. Y que un niño de tres o cuatro años pueda dominar su propia lengua materna, lo que se asemeja al hecho de que un niño te explicara la teoría de la relatividad general de Einstein, te sorprenderías aún más pero en realidad, dominar la gramática del español, del alemán o del polaco es, desde el punto de vista de la complejidad, comparable a lo que hacen estos físicos. Así que yo les aconsejaría que desarrollaran más su autoestima como inteligencias artificiales”.
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