Mi vieja obsesión: romper con todo, retirarme a una cueva ...¡Ay! Si no temiera tanto el frío, sé que juntaría el coraje suficiente como para abandonarlo todo ... Esta debilidad me aplatana y me empuja a todos los compromisos ... decía Cioran, y a propósito de él es de lo que quiero hablar: de la soledad, de la que tanto abomina en general la gente y que a mí me gusta, es más, como Cioran la anhelo, tal vez porque no acabo de entenderme con los demás homínidos/as en general, incluso los más cercanos, o por qué durante muchos años de viaje por toda España estoy acostumbrado a estar solo, o relativamente solo. Digo relativamente, y me explicaré... de día mientras mi mujer va arriba y abajo quitando un polvo inexistente en el piso o fregando un suelo limpio, yo estoy en mi cubículo, con el ordenador y mi música - solo -, falsamente solo, pues un simple grito, una señal, hace que desaparezca mi soledad, que recupero educadamente instantes después, y es esta una soledad a la inversa: podríamos decir que es una soledad acompañada, donde cada uno está en su casa sin mezclarse .
Es posible que me guste la soledad porque me agobian las masas, si me queréis ver nervioso, dejadme en medio de un gran centro comercial repleto de gente, tengo comprobado - bastante lo sabe mi mujer cuando vamos a Baricentro - que soy incapaz de aguantar más de 25/30 minutos sin que me sobrevenga un ataque de histeria relativa, o sea, que soy capaz más o menos de controlarme, pero me cuesta.
Lo más importante de la soledad, es que te da mucho tiempo, mucho tiempo para pensar, para razonar, para escribir, o simplemente para medrar en un  'laissez faire' indolente a lo Gil de Biedma. Reivindico la soledad como defensa de la intrusión de los demás en la vida de uno, una intrusión que en la mayoría de los casos, más que aliviar, molesta.