En la madrugada del 26 de septiembre de 1983, el teniente coronel Stanislav Petrov de las Fuerzas Aéreas de Defensa de la Unión Soviética se encontraba de servicio en un búnker de las afueras de Moscú. Poco después de medianoche saltó un aviso en los sistemas de defensa balística: un objeto no identificado, potencialmente un misil balístico, se dirigía hacia su posición. Unos minutos después, otras cuatro señales aparecieron. Ese podría haber sido el ataque por parte de los Estados Unidos que llevaban décadas temiendo, desde el inicio de la Guerra Fría. O no. La intuición y experiencia de Petrov, junto con su falta de confianza en la fiabilidad del sistema de defensa balística, le llevaron a considerar el aviso como una falsa alarma. No activó las medidas de contraataque ni alertó a sus superiores. Y tuvo razón: ningún misil llegó. Como había pensado, se trataba de un fallo del sistema.
Su decisión evitó un contraataque que habría tenido consecuencias fatales y que posiblemente habría iniciado una Tercera Guerra Mundial con armas nucleares, pero fue muy arriesgada ya que fue en contra del protocolo establecido, que ordenaba activar las medidas de contraataque con misiles balísticos propios. Si el ataque hubiera resultado ser real, no solo habría sido responsable indirecto de la destrucción, sino que sería recordado como un traidor.
¿Cómo supo Petrov que era una falsa alarma?. Stanislav Petrov no tomó esa decisión solamente por intuición, sino que tenía buenas razones para sospechar que se trataba de una falsa alarma. Llevaba más de 10 años en las Fuerzas Aéreas de la URSS y ostentaba el rango de teniente coronel, un grado de oficial superior. Pero lo más importante es que había formado parte del órgano encargado de la implementación y supervisión del sistema de alerta antimisiles, creado en los años 70 para detectar ataques por parte de los países de la OTAN; y sabía que podía fallar. Su experiencia militar le llevó a considerar diversas razones que apuntaban a un error del sistema. En primer lugar, le pareció muy raro que en un eventual ataque se lanzaran solo cinco misiles: si EEUU o sus aliados hubieran atacado la URSS por sorpresa, lo normal habría sido lanzar un ataque total para destruir la infraestructura militar soviética e impedirles que pudieran contraatacar, ya que también disponían de armas nucleares.
Además, había indicios técnicos que sostenían sus sospechas de que fuese un error. Los radares terrestres no detectaron ningún objeto, incluso cuando habían pasado varios minutos; y a Petrov le pareció que el mensaje de alerta había llegado demasiado rápido, por lo que sospechó que no había atravesado las 30 capas de verificación que supuestamente debía pasar cualquier presunta amenaza antes de activar la alarma.
Petrov se encontraba ante una difícil decisión, ya que no podía descartar totalmente que hubiera un ataque real. Pero decidió fiarse de su intuición y experiencia como militar y esperar a ver si llegaba una confirmación por parte de otra estación o sistema de alerta; confirmación que nunca llegó. Podía respirar tranquilo sabiendo que había acertado. Finalmente, se descubrió que la falsa alarma había sido generada por una rara acumulación de nubes detectada por los satélites soviéticos. Sin embargo, esto no le evitó algunos problemas ya que ni siquiera había informado de la alarma a sus superiores, como indicaba el protocolo y como se suponía que debía haber hecho un oficial de servicio. Después de haberlo interrogado, el general Yuri Votintsev, comandante de las Unidades de Defensa Balística de las Fuerzas Aéreas Soviéticas, juzgó que su decisión final había sido acertada y le felicitó por ella, pero también se le amonestó por no haber comunicado la alarma.
El incidente pasó desapercibido hasta la caída de la URSS, sin que Petrov recibiera ningún reconocimiento por una actuación que había salvado el mundo de un conflicto que, en el contexto de la Guerra Fría, se habría convertido probablemente en la Tercera Guerra Mundial y habría involucrado armas nucleares a gran escala. No fue hasta el final del sistema soviético cuando el propio general Yuri Votintsev reveló aquel delicado momento. Petrov aceptó esa falta de reconocimiento al entender el porqué: si se hacía pública su gesta, significaría también reconocer los fallos del sistema de defensa soviético y el peligro potencial que suponían. Además, en el desarrollo del sistema habían estado involucrados altos mandos y prestigiosos científicos soviéticos que de ningún modo aceptarían aquella vergüenza. Petrov fue reasignado a un puesto menos sensible y licenciado prematuramente. Con información de National Geographic.
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