El Scattergoris, ese juego de mesa que vuelve cada año por Navidad para contribuir al goce familiar, ha dejado para la posteridad una frase, “pulpo como animal de compañía”, que con el tiempo ha asimilado el pulpo a cualquier otro elemento o idea con la que no comulgamos, pero que estamos dispuestos a admitir porque así nos conviene. ¿Hemos aceptado el bulo como animal de compañía? Pues este año parece que sí. Los pasados, también.
Al bulo nacido o extendido en las redes se le culpa de todo, desde la victoria de Trump a la supuesta derechización de los jóvenes, o a la también supuesta izquierdización de las jóvenes; que sí, que mucho de eso hay, pero seguro que no todo.
¿De verdad de verdad que la campaña de Kamala Harris, de nuevo desaparecida, no tuvo nada que ver con la debacle demócrata? Por no hablar de la economía, que ya lo dijo Clinton en 1992, y ganó, que es la economía, estúpidos. No aprendemos. Convertir una parte en el todo resulta muy conveniente para no tener que bajar al fondo, a los fondos. A ver si resultará que achacarlo todo a los bulos constituye en sí un gran bulo.
Contra el bulo todos dicen luchar, lo que en realidad quiere decir que lo hacen cuando creen que les perjudica a ellos. El Gobierno ha anunciado un proyecto de ley para que los “usuarios de gran relevancia ” en redes sociales, que tengan más de cien mil seguidores, puedan verse obligados a rectificar noticias falsas.
Eso está bien, pero una, que se alegra de tener lo que tiene y no más, por si acaso, recuerda que existe un delito en el código penal llamado “calumnias”, y se pregunta porqué no se utiliza más a menudo si las cosas están tan claras.
Por el otro lado, hace un tiempo la antigua Twitter puso en marcha una digamos iniciativa llamada “los lectores añadieron contexto”, o “notas de la comunidad”, en las que los usuarios pueden puntualizar o desmentir mensajes vertidos en esa red. ¿Es fiable este sistema? Pues dicen que sí y parece que no.
Porque no todos los usuarios pueden crear estas notas, hay que cumplir con una serie de requisitos y es la plataforma la que decide si acepta o no la solicitud de los usuarios. Todo ello ha generado dudas sobre su transparencia, por ejemplo, la decisión de qué notas se publican y cuáles no. Como sucede últimamente, los comentarios sobre el PSOE o Zapatero, un must, reciben sus correspondientes “contextualizaciones” por parte de usuarios del PP, y los del PP, empezando por Feijóo, también las reciben por parte de los tuiteros socialistas. Qué fatiga. Nos quedamos como estábamos.
Una piensa que igual la futura ley por el derecho a rectificación podría aplicarse al dueño y señor de X, Elon Musk, 207,9 millones de seguidores os contemplan. Vale, una parte seguro que son bots. Vale, una gran parte seguro que son bots. Vale, la mayoría seguro que son bots. Pero aún así son muchos, a ver quién puede con él.
Digamos que todos van tarde aquí. En el 2016, la palabra del año para Oxford fue “posverdad”, en el 2017 también para Oxford fue “fake news”, en el 2018 para Dictionary.com fue “desinformación”, y ese mismo año para Oxford fue “tóxico”. ¿Y ahora hacemos como que nos acabamos de enterar? Ay, ese pulpo. Isabel Gomez Melenchon en la vanguardia.com
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