Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas. – Pablo Neruda
Los proverbios orientales suelen ser una mezcla de cinismo, abandono y resignación. Uno de ellos muy empleado dice: "Los problemas no te han de preocupar, si tienen solución ya se arreglarán, por tanto, no te preocupes y si no la tienen como no hay nada que hacer, tampoco tienes que preocuparte". Decía Eduard Punset que la felicidad es la ausencia de miedo. Esta máxima más que cínica es de una enorme vacuidad y ambigüedad muy relativa. ¿Ausencia de miedo a qué?, a morir, al sufrimiento de los otros, a problemas reales y concretos que no tienes que esperar a que se arreglen solos, por lo menos intentarlo tú de solucionarlos. Josep Maria Espinás no era nada amigo de los aforismos y las máximas, pues decía que tienden a un enorme reduccionismo de la situación que pretenden definir, y tiene razón, es cierto.
Con estas máximas que he citado tanto la china como la de Eduard Punset sucede lo mismo. No podemos dejar pudrir los problemas ni podemos totalmente pretender ser felices, felicidad que está reservada solo a los niños y los locos (dicen), y lo reconoce Punset cuando dice que posiblemente cuando fue más feliz fue dentro del útero de su madre. Sartre, por boca de Françoise en la Náusea, decía que la felicidad es un instante fugaz, en el que todo está en su sitio, todo está bien. No debemos pretender ser felices, ni siquiera intentarlo en un acto de egoísmo pernicioso, a menudo para los demás; decía Cioran que se sentía siempre infeliz y abominaba de la especie humana de la que solo salvaba la música, decía que lo que sabía a los 60 años era lo mismo que a los 20 y que estos cuarenta años no habían sido más que una pesada tarea de constatación. Quizás Cioran volcaba hacia los demás su propia frustración de quien ni siquiera es capaz de amarse a sí mismo. Sucede que cuando más se busca la felicidad, más cuesta encontrarla y tal vez, mientras la buscamos, dejamos escapar momentos o circunstancias similares o muy cercanos de la huidiza felicidad que perseguimos. Quizá porque la felicidad está en las cosas pequeñas, en esos instantes fugaces que decía Françoise, donde todo está en su sitio, donde todo está bien. O como decía el periodista Vicente Hipólito cada día durante años en SER Alicante al despedirse: háganme el favor de ser felices.
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