La mutación de Musk en rana no tenía nada de superflua. Pepe the Frog, que aparece en las redes –particularmente en el sitio 4chan– con multitud de derivadas, se ha convertido en los últimos años en un meme utilizado por los grupos de extrema derecha y el trumpista movimiento MAGA ( Make America Great Again ), algunas de cuyas versiones tienen un sesgo racista y antisemita y han sido calificadas por la Liga Anti Difamación (ADL, en sus siglas en inglés) como símbolo de odio. Junto a la imagen de Pepe the Frog, Musk posteó: “Brothers in arms” (Hermanos de armas)
El nombre de Kekius –al que añadió el epíteto Maximus en aparente evocación del Gladiator de Russel Crowe– haría referencia a otro de los símbolos de estos grupos, que han creado un falso culto religioso al dios Kek –deidad egipcia de las tinieblas– y un país ficticio, la república de Kekistán, cuya bandera recuerda a la enseña nazi (en verde y sin la cruz gamada). Algunos de los participantes en el asalto al Capitolio de Washington hace cuatro años lucían en sus camisetas a Pepe the Frog y ondeaban banderas de Kekistán.
El guiño de Elon Musk es solo una evidencia más de la deriva hacia la extrema derecha del megalómano multimillonario de origen sudafricano, convertido hoy en el personaje más influyente del entorno del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, y futuro miembro de la Administración norteamericana. Musk, Kekius Maximus, se ha lanzado a una guerra política e ideológica contra la izquierda socialdemócrata europea, a la que acusa de tibieza en el tema de la inmigración, tratando de desacreditar a sus dirigentes con falsas acusaciones y apoyando a los partidos de extrema derecha. Desde su púlpito de X, no pierde oportunidad de interferir en el debate político de países como el Reino Unido o Alemania dando pábulo a todo tipo de falsedades.
El propietario de X ha lanzado una campaña contra la izquierda europea y en apoyo de la extrema derecha
Uno de sus objetivos preferentes ha sido el primer ministro británico, el laborista Keir Starmer, a quien ha acusado de amparar –en su época como fiscal general– las agresiones sexuales a menores por parte de inmigrantes y ha calificado de “cómplice” de los pederastas, mientras expresa sus simpatías por el partido ultranacionalista Reform UK, de Nigel Farage –el gran agitador del Brexit–, a quien sin embargo no considera lo suficientemente duro (“No tiene lo que hay que tener”)
El magnate se ha implicado asimismo en una campaña por la liberación de Stephen Yaxley-Lennon –alias Tommy Robinson –, un activista de ultraderecha, fundador de la Liga de Defensa Inglesa –un grupo nacionalista islamófobo conocido por sus violentas protestas callejeras–, encarcelado por desacato a la Justicia. Musk acusa al Gobierno laborista de montar un “Estado policial” y reclama al rey Carlos III que disuelva el Parlamento y convoque nuevas elecciones.
Por mucho empeño que le ponga, eso no va a suceder. Pero donde sí hay elecciones, y muy cercanas –el 23 de febrero–, es en Alemania, donde el propietario de X ha entrado a matar contra el canciller Olaf Scholz –al que ha tratado de “imbécil” e “incompetente”– y el presidente federal, Frank-Walter Steinmeier –un “tirano antidemocrático”, según dice–, a la vez que expresa reiteradamente su total apoyo al partido Alternativa para Alemania (AdF), de resabios neonazis.
Musk se ha empleado a fondo publicando el 29 de diciembre un controvertido artículo en el diario Die Welt , en el que presentaba a AfD como “el último rayo de esperanza” para Alemania, y entrevistando en directo en X, el jueves, a la líder del partido, Alice Weidel.
En los últimos días, Musk ha dirigido también su mirada a España, redifundiendo un post del sitio Visegrad24 con una información del diario La Razón según la cual el 91% de los condenados por violación en Catalunya son extranjeros. Las injerencias de Musk han soliviantado a gran parte de los dirigentes políticos europeos, empezando por los propios Keir Starmer y Olaf Scholz, secundados por el presidente francés, Emmanuel Macron. Y los principales grupos políticos del Parlamento Europeo han pedido que la Cámara y la Comisión Europea –parapetada hoy en la prudencia– tomen cartas en el asunto. Más allá de la línea ideológica que promueve Elon Musk, el gran objeto de preocupación es el uso sesgado y manipulador que está haciendo de X, un instrumento de una potencia fabulosa que bajo la apariencia de un foro abierto de debate funciona en la práctica –desde que adquirió el antiguo Twitter en 2022– como una herramienta exclusivamente al servicio de sus fines políticos y personales.
A finales del 2023, Bruselas abrió un procedimiento de infracción para evaluar si X vulnera la reglamentación comunitaria –la Digital Services Act – en materia de difusión de contenidos ilícitos y en la eficacia de las medidas contra la manipulación de la información. Si se llega a la conclusión de que así es, X podría ser sancionado con una multa equivalente a hasta el 6% de su cifra de negocios mundial (que se calcula habrá rondado los 2.900 millones de dólares en 2024). La guerra de Kekius Maximus también es económica. Lluis Uria en la vanguardia.com
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