DE LA ALDEA GLOBAL A LA DESGLOBALIZACIÓN


El término "Aldea global" fue popularizado por el teórico Marshall McLuhan (en la foto) en la década de 1960. McLuhan imaginó un mundo donde la tecnología de la comunicación, como la televisión y más tarde Internet, acercaría a las personas de todo el mundo, creando una comunidad global interconectada1. Esta visión se hizo realidad con la globalización, un proceso que se inició a finales del siglo XX y se aceleró en el siglo XXI. 
La globalización se caracterizó por la interconexión de economías, culturas y sociedades a través del comercio, la tecnología y la migración. Sin embargo, en los últimos años hemos visto un cambio hacia la desglobalización. Este fenómeno se refiere a la reducción de la interdependencia económica y política entre los países. Factores como la pandemia de COVID-19, las tensiones comerciales entre grandes potencias y el aumento del nacionalismo han contribuido a este retroceso. Las políticas proteccionistas, como la subida de aranceles y las restricciones a la inmigración, son ejemplos de medidas desglobalizadoras.

El concepto de "America First" se ha vuelto prominente a la política estadounidense, especialmente durante la administración del presidente Donald Trump. Esta política enfatiza el aislacionismo y la priorización de los intereses nacionales sobre los internacionales1. Trump utilizó el lema "America First" para justificar decisiones como retirarse de acuerdos internacionales y aumentar las barreras comerciales. Aunque el término tiene raíces históricas que se remontan a la Primera Guerra Mundial, su reciente uso ha sido controvertido y ha sido interpretado como un alejamiento de la cooperación global.

En resumen, la transición de la Aldea global a la desglobalización ya la America First refleja un cambio en la forma en que los países interactúan y priorizan sus intereses. Conste en acta que Zizek hace ya siete años nos avisaba del desastre que se acercaba, aunque una vez más no estábamos suficientemente atentos...

"L'Aldea Global, ha acabat sent el caos global, o multitud de petites aldees globals. El que tenim avui és una espècie d'escissió radical. D'una banda el llenguatge objectiu dels experts i científics que ja no es pot traduir a l'idioma comú, accessible per a tothom, però que està present com a fórmules fetitxe que ningú comprèn realment, però que donen forma a la nostra imatgeria popular i artística (forat negre, big bang, superstrings, Oscil·lació quàntica ...). No només en les ciències naturals, sinó també en l'economia i altres ciències socials, l'argot de l'expert es presenta com un coneixement objectiu amb el qual no es pot realment discrepar, i que no es pot traduir en termes de la nostra experiència normal. En poques paraules, la distància entre el coneixement científic i el sentit comú no es pot salvar, i és aquesta mateixa distància la qual s'eleva als científics a la categoria de figures de culte, de 'gent que se suposa que sap' (el fenomen Stephen Hawking).
La otra cara de la moneda son la multitud de estilos de vida existentes que no pueden traducirse en términos unos de otros: lo único que podemos hacer es asegurarnos las condiciones para que coexistan en un ambiente de tolerancia dentro de una sociedad pluricultural. El icono representativo del sujeto actual sería quizás un programador de ordenadores indio que, durante el día sobresale en su trabajo y por la noche, al llegar a casa, enciende una vela en honor a la divinidad hindú local y respeta la tradición que considera la vaca un animal sagrado.
Esta división está perfectamente reflejada en el fenómeno del ciberespacio. El ciberespacio debía unirnos a todos en una Aldea Global, pero lo que ha pasado al final es que nos bombardean una multitud de mensajes procedentes de universos incoherentes e incompatibles. En lugar de la Aldea Global, del gran Otro, lo que tenemos es una multitud de «pequeños otros», de señas de identidad tribales particulares entre las que elegir. Para evitar otro malentendido hay que aclarar que aquí Lacan no está, ni mucho menos, relativizando la ciencia, convirtiéndola en una narrativa arbitraria más que se encuentra, en último término, a la altura de los mitos de lo que Políticamente Correcto, etc...: la ciencia SÍ «toca el Real», su conocimiento. La dificultad insalvable es que la ciencia no puede desempeñar el papel de «gran otro» Simbólico. La distancia que separa la ciencia moderna de la ontología filosófica aristotélica regida por el sentido común es insalvable: ya surge con Galileo y llega a su culminación con la física cuántica, en la que nos enfrentamos a las reglas/leyes que funcionan, aunque nunca podrán traducirse en términos de nuestra experiencia.
Compartir:  

Comentarios