De los creadores de los balconazis –por cierto, del primer caso de covid en España ayer se cumplieron cinco años–, llegan ahora a nuestras pantallas los vecinazis. Sin permiso todavía de la RAE. Por vecinazi, dícese aquel vecino o vecina dispuesto a despellejar a todo aquél que no quiera silenciar el estruendo (sic) que emana de un patio de colegio cuando hay niños practicando actividades deportivas. Oh cielos, ¡niños chillones haciendo deporte cuando podrían estar tan ricamente, calladitos y a solas, con el móvil en casa o en la calle!
Los vecinos en pie de guerra por el ruido en los patios de colegios no tienen razón
En Gràcia, han dado un paso al frente bien estruendoso (alguno, ha ido a la Justicia) no pocos individuos de esta especie. Son los madre mía. Pero se conoce que se están reproduciendo cual plaga en otros lugares con aprietos urbanísticos como el Eixample o Sant Antoni. Entre los vecinos que ahora se quejan habrá de todo, recién llegados y viejos del lugar, aunque ya sabían unos y otros lo que supone la vecindad con una escuela. Si no, haberse mudado a una cueva. Por supuesto que están en su legítimo derecho de protestar, faltaría. Tanto, como quien esto escribe a discrepar de su posición. Discrepar de su intransigencia, por otra parte, un signo más de estos tiempos de marabunta banal.
No, no es lo mismo el ruido del retumbe de unos balones contra un aro de baloncesto que el de un bar o un taladro descontrolados. Hay ruidos y ruidos. Y sí, el Ayuntamiento debe proteger las actividades deportivas en los colegios porque es una cuestión de salud pública: la de la infancia.
No está de más recordar los beneficios del deporte base para el desarrollo infantil. Ni el papel clave que juegan las ligas escolares para fomentar los valores de socialización, esfuerzo, tolerancia y respeto. Precisamente, todo lo que estos adultos pejigueros no practican. Esos entrenamientos con pelotas de básquet, de futbol o de voleibol no podrían hacerse en otro lugar porque Barcelona no está sobrada de equipamientos, y menos para asumir el gran volumen de chavales que quieren pertenecer a un equipo y jugar.
Que haya tanta afición y en todas las edades escolares implica obviamente que la pista del patio esté más horas ocupada, y los partidos se celebran en fin de semana. ¿Y qué? Es lo que hay, queridos urbanitas: la vida cotidiana de una ciudad en su forma más esencial. Así que la pataleta de los vecinazis no ha lugar. Invocar el derecho al descanso está muy bien si no pierdes la realidad de vista. O, lo que es lo mismo, si dejas de mirar solo tu ombligo. - Susana Quadrado
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