En marzo de 1931, John M. Keynes publicó un artículo titulado Mitigación por medio del arancel que proponía recurrir a esa medida para afrontar, desde Gran Bretaña, los difíciles momentos de los inicios de la Gran Depresión. Sugería “unos derechos de importación del 15% sobre todos los bienes manufacturados y semimanufacturados, sin excepción, y del 5% sobre todos los artículos alimentarios” y algunas materias primas, con exenciones para otras. El economista británico incluía entre las ventajas de la idea una recaudación fiscal importante. ¿Argumentos recientes, verdad?
Poco después Keynes empezó a rectificar: inicialmente, constatando que había problemas de fondo de competitividad que no se solucionaban con aranceles para, posteriormente, de forma más rotunda, incluso escribir que “los aranceles competitivos y medios más artificiales para mejorar la balanza exterior de un país no benefician a nadie y perjudican a todos, si se aplican en todas partes”. Sabia rectificación que no consiguió evitar que en los años 1930 la espiral proteccionista devorase la economía mundial.
Hay similitudes que pueden ayudar a entender el entorno en que se produjo la tentación proteccionista de Keynes, entre ellas la posición de una Gran Bretaña que estaba ya perdiendo el liderazgo mundial, algo que costaba reconocer. Una situación que a veces se ha llamado el “síndrome del gigante empequeñecido”, expresión aplicada en ocasiones más recientes a EE.UU..
El resto del mundo es mucho más grande que la primera potencia y puede funcionar sin ese epicentro, como se demostró al inicio del primer mandato de Trump cuando su negativa a ratificar el Acuerdo Transpacífico con otros 11 países de ambos lados de ese océano no condujo a la disolución del acuerdo sino a su reformulación operativa sin Estados Unidos.
Los “huecos” que deja una potencia van siendo rellenados por otros partners … y ello contribuye al relevo en las posiciones hegemónicas. Diversificación y, en el caso europeo, intensificación de un mercado único que dista de estar completado son mecanismos de respuesta adicionales a las negociaciones, siempre deseables.
El posicionamiento inicial de Keynes llamó la atención: ¡un tradicional defensor del libre comercio apoyaba un proteccionismo generalizado! En la actualidad escuchamos voces sorprendidas por la seducción de los aranceles en ámbitos de las derechas... algo tan llamativo como la intensidad con que las izquierdas han descubierto los estragos del proteccionismo. Pero, más allá de las curiosas paradojas que son frecuentes en situaciones complejas, la principal moraleja del cambio de posición del gran economista británico, con lecturas muy actuales, es que ratifica el viejo aforismo “rectificar es de sabios”. Vamos a ver en los próximos tiempos cuánta sensatez y sabiduría existe en el liderazgo de las grandes potencias, comenzando por la hasta ahora número uno, que parece más bien estar actuando para deslizarse hacia la cesión de esa posición. - © Proporcionado por La Vanguardia
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