Durante la presentación del cómic 'La vida incombustible de Salvador Dalí' (Planeta Cómic), el reconocido hispanista Ian Gibson lanzó una reflexión inesperada que desbordó el acto literario. Su intervención, a medio camino entre el análisis histórico y la confesión emocional, se convirtió en un retrato que, a su juicio, es una dolencia que le hace tener «el alma por los suelos».
«La corrupción está en el pueblo y en los políticos. Expresan lo que hay en el pueblo», afirmó Gibson con gesto sombrío, para luego añadir que «este país lleva siglos y siglos arrastrando corrupción». Para él, este problema no se limita a cargos públicos, sino que trasciende a una lógica que impregna a capas mucho más profundas de la identidad colectiva. Gibson, autor de algunas de las biografías más célebres sobre Federico García Lorca o Antonio Machado, aseguró que «los españoles tienen un grave problema de identidad». Descartó que se tratase de una simple amnesia histórica: «Para tener amnesia hay que salir con vida», dijo, y en su lugar, describió que lo que le sucede a España es que ha habido, históricamente, «demasiadas 'fake news'».
Gibson afirma que el concepto de «la Reconquista» no existía como tal en la Edad Media, y fue «un invento del siglo XIX» reinterpretado desde una óptica económica. «Cuando conquistas el castillo, todo lo del moro se convierte en ganancia. Todo es ganancia. Esa palabra: 'ganar', lo resume todo. Aquí ganaremos mucho, pero, ¿a costa de qué?». En su análisis, lo que en España se presenta como gestas heroicas serían en realidad operaciones de saqueo normalizadas por la cultura del beneficio. Para Gibson, esa mentalidad se ha arrastrado hasta nuestros días.
Más adelante, el hispanista conectó esta herencia histórica con la actualidad política. En su opinión, el sistema autonómico ha favorecido que «cada político local» vea en la corrupción «la posibilidad de una vida digna», en un país que, recuerda, es el inventor de la novela picaresca. Lejos de verlo como una crítica destructiva, Gibson lo presenta como un diagnóstico incómodo pero necesario: «Para poder sobrevivir tienes que agarrarte a la trampa».
Criticó además que muchos escándalos políticos recientes se tomen con resignación, o incluso con comprensión, como si se tratara de una fatalidad inherente. «Aquí nunca ha habido un verdadero sentimiento de futuro», lamentó: «Todo el mundo se agarra a lo que puede, porque no hay otra salida».
En su declaración, Gibson apuntó a que existe una «obsesión con la sangre limpia», esa herencia que, según él, los nazis recogieron de la España de los Reyes Católicos. Recordó cómo durante siglos se falsificaron documentos para probar que uno no tenía «ni una gota de sangre judía o mora», y cómo eso generó «todo un negocio», una industria del miedo social y la exclusión. «¿Cómo sabe hacerlo esta gente?», se preguntó retóricamente al hablar de quienes se lucraban con esos papeles fraudulentos. «Porque la gente tenía miedo de ser considerada 'sucia', y eso era un proyecto de vida. Esa obsesión con la sangre nos ha hecho mucho daño».
«Ya estamos hartos», dijo casi con desesperanza. «Sabemos que la derecha siempre ha estado marcada por la corrupción, pero no es solo cosa de un lado. Es estructural». En su reflexión final, Gibson evitó caer en un discurso partidista: no defendió a ningún bloque político, ni ofreció soluciones fáciles.
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