A primera vista, Curtis Yarvin (1973) parece el mensajero intelectual de una facción de extrema derecha conformada por multimillonarios de la costa oeste de Estados Unidos. Su trayectoria profesional mezcla aspiraciones tecnológicas con inclinaciones culteranas, como bautizar a dos de sus empresas Urbit y Tlon, una señal directa a Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, el célebre cuento de Jorge Luis Borges. En su reciente libro Gray Mirror. Fascicle 1: Disturbance, Yarvin revela una silueta diferente: un polímata ambicioso pero disperso, el prototipo intelectual de una época intoxicada por el exceso de información y polarizada hasta el delirio: un tiempo de ciudadanos indignados y tan confundidos que pueden tragarse el primer disparate que les vendan.

Existe, sin embargo, un tercer Yarvin: un pensador provocador, de mente inquieta y aspecto juvenil, que aboga por ideas antisistemas como abolir la democracia y el gobierno para reemplazarlas por una tiranía corporativa de corte tecnocrático.

En el último año, Yarvin ha dejado de ser una figura marginal de la llamada “Ilustración oscura” y cortesano de Peter Thiel —una de las personalidades más influyentes de Silicon Valley y Estados Unidos— para instalarse en el centro de la guerra ideológica estadounidense como oráculo del MAGA universe, aunque él insista en marcar distancia. The New York Times, The Washington Post y The New Yorker le han dedicado extensos perfiles. Sus ideas han rebotado en una docena de programas de televisión y podcasts con gran audiencia en la derecha radical, incluido el show de Tucker Carlson.

En EL PAÍS le han entrevistado, pero aqui solo pongo el fragmento final cuando habla de la Cultura MAGA, de Orwell..., de la izquierda. La entrevista entera si estais suscritos a el País la podéis encontrar aquí.

MAGA 2.0

P. ¿Y en qué se diferencia su propuesta de MAGA, ese intento nostálgico y reaccionario de volver a una grandeza mítica? ¿No es su monarquía corporativa un modelo MAGA 2.0, pero con vestido de Silicon Valley?

R. Me parece una pregunta justa. Pero tanto el establishment como MAGA están desconectados de la realidad. MAGA es todo “sentido común” pero no concreción ni plan. ¿Aranceles? Yo soy mercantilista, pero harían falta tecnócratas de verdad, al estilo Asia Oriental, no solo discursos para la tribuna. Es tan complejo como poner un cohete en órbita.

P. ¿Y hay alguien trabajando en ese tipo de enfoque tecnocrático?

R. Hace muchísima falta, pero no, nadie lo está haciendo. El gran mito actual es el libertario: tú solo pon reglas, aparta el Estado y deja que el mercado lo arregle. Mentira. La historia no fue así. MAGA distorsiona la realidad. Por ejemplo, Abraham Lincoln era de izquierdas, Marx lo adoraba, pero hoy los de MAGA lo llaman conservador.

P. ¿No es eso desinformar a propósito?

R. Así es. Se sabotea cualquier disidencia real, para la que se necesita una base honesta y firme.

P. Su círculo ideológico ha abrazado la política del miedo al presentar al otro como una amenaza para la sociedad. ¿No es eso manipulación emocional por parte de las élites?

R. El miedo vende.

P. ¿Y ese mismo miedo y sensacionalismo se aplica a la migración?

R. Sí, siempre que veo miedo hacia “el otro” lo primero que pregunto es si es real. Es tan inútil temerle a amenazas fantasmas como meter la cabeza en la arena ante un peligro real. En la migración veo dos mitos enormes. El primero, del misionerismo clásico: esa idea de que, en el fondo, todos en el mundo aspiran a ser europeos occidentales. Antes lo intentaron en sus colonias, luego lo llamaron Tercer Mundo. Cuando eso falló, pasaron a la fase “traigámoslos aquí y los civilizamos en Europa”.

P. Eso suena muy peculiar y reduccionista, ¿no cree?

R. Sí, pero fíjate en el momento “wir schaffen das” – “podemos hacerlo”– de Merkel. El mensaje real era: tenemos la estructura, la técnica y la voluntad de convertir migrantes en occidentales. Vale, la crisis siria fue real, pero no nos engañemos: un flujo migratorio siempre altera el sistema político local porque quienes llegan se convierten en aliados de quienes les abren la puerta. No es que sean una invasión, pero por su mera presencia, cambian el juego.

P. ¿En serio?

R. Ahora no, pero en 50 años sí podría pasar.

P. ¿No será más bien por la desigualdad en riqueza y oportunidades?

R. Si 500 millones de subsaharianos vinieran a Norteamérica, lo cual es posible, el país sería muy diferente. La gente suele ignorar la cuestión de la escala cuando habla de migraciones masivas. Si costara 300 dólares llegar aquí, muchos encontrarían la manera, incluso vendiendo una vaca, y eso lo cambiaría todo. Te lo digo porque mi padre fue diplomático en Nigeria. En aquellos años 90 de mi juventud libertaria, yo solía decirle que era injusto impedir la entrada a Estados Unidos por simple coordenada GPS. Y su respuesta fue: “Curtis, si quitas las fronteras, ni imaginas cómo sería este país”.

La izquierda misionera dice que ayudar a los pobres del mundo es puro altruismo. Pero hoy es más cinismo: usan ayudas sociales para comprar votos, no invierten en el bien futuro de la gente. Observe el destino de la población negra en Estados Unidos desde 1960: comunidades en ruinas mientras los políticos fingen preocuparse.

P. ¿Y MAGA no actúa igual, jugando con el miedo para mantener el poder y justificar la exclusión, no solo en fronteras sino internamente?

R. La palabra “exclusión” es tramposa. Me hace pensar enseguida en el cursus honorum romano, el itinerario reglado de poder en Roma: servicios, méritos, cargos. Hoy, ese curso equivale a las rutas dentro de las élites, que tú y yo conocemos bien. Las meritocracias son, de base, sistemas excluyentes. Si aceptas que esas instituciones te gobiernen, aceptas la exclusión.

P. ¿Y quién decide qué es “mejorar el mundo”? ¿En su visión tecnofeudalista, quién queda fuera?

R. Lo importante es que el objetivo sea mejorar la vida de todos, sobre todo de los que menos tienen. Cuando China abrazó el capitalismo, millones salieron de la pobreza, aunque surgieran multimillonarios como Jack Ma. Para el rico, la delincuencia es lejana; para el pobre, está justo al lado. Ningún indigente en San Francisco necesita derechos abstractos, lo que necesita es ayuda real.

La izquierda muchas veces permite el sufrimiento en nombre de la libertad, al negarse a intervenir ante la enfermedad mental o la dependencia. Eso no es compasión, es abandono. La derecha, viendo esa “falsa empatía”, acaba negando toda empatía… otro error. El problema real no es la empatía, sino la falta de autenticidad en ella. Cuando es falsa, genera dependencia y caos. Orwell ya notó esa tensión interna en la izquierda allá en los años 30, en Barcelona. Y cada vez que la izquierda traiciona sus valores, aparece la pregunta de si ese fallo es algo esencial o solo una corrupción pasajera que se puede purgar de sus aspectos más siniestros y oscuros. Esa pregunta sigue atormentando a los dos bandos.

P. Vale, lo dejamos aquí.

R. Vale. Ha sido un gran placer.


Boris Muñoz  es cronista y editor. Fue fundador y director de Opinión de The New York Times en Español. 

Es columnista de EL PAÍS. 


Pero, ¿qué es la cultura Maga?

La “cultura MAGA” no se refiere a una civilización antigua ni a una corriente artística, sino a un fenómeno sociopolítico contemporáneo en Estados Unidos. El término MAGA proviene del lema “Make America Great Again”, popularizado por Donald Trump durante su campaña presidencial en 2016. Pero con el tiempo, ha evolucionado más allá de un simple eslogan político.

¿Qué representa la cultura MAGA?

Identidad nacionalista: Promueve una visión de EE.UU. centrada en el orgullo nacional, la soberanía y el rechazo a influencias extranjeras.

Populismo conservador: Rechaza las élites políticas y mediáticas, apelando directamente al “pueblo” como fuerza legítima.

Guerra cultural: Enfrenta valores progresistas como la diversidad, los derechos LGBTQ+ o el feminismo, con ideales tradicionales como la familia, la religión cristiana y el patriotismo.

Rechazo al multiculturalismo: Algunos sectores MAGA ven la diversidad como una amenaza a la “identidad americana”, lo que ha generado tensiones con comunidades migrantes.

Influencia mediática: Se apoya en medios alternativos y redes sociales para difundir sus ideas, muchas veces con teorías conspirativas o desinformación.