Esta dicotomía –los incendios lo han dejado vítreo– continúa sin resolverse, porque el político electo se comporta como un político elegido y entiende el poder como la licencia para el caudillaje. Son muchos los ejemplos que, en esta permanente batalla sin ingenio por el relato, vienen a reforzar esta cultura política que termina como ya sabemos: con una patada en el tablero para que todo cambie. La inversión ética y moral está siendo común en todos los capitalismos occidentales. Combatirla no solo atañe al político electo, que debe revalidarse día a día, sino a todos los liderazgos sociales en España cuya deslegitimación vendrá después.
A nuestros representantes, en definitiva, les falta concreción estratégica y humildad real. La hoguera España nos acerca, nuevamente, al país que estamos siendo, hoy, aquí y ahora, que dista mucho del que nos creemos ser, como cuando la dana del fatídico 29 de octubre. Entonces como ahora, nuestro chasis institucional se ha quedado a la intemperie porque antes el agua y hoy el fuego devastan vidas, pueblos y paisajes como la guerra de Ucrania, pero también se llevan por delante las seguridades que un Estado, como España, debe de garantizar a los casi 50 millones que somos. A todos. ¿Para qué, si no, tenemos un Estado?
En nuestro país no hay un orden territorial prestigiado que dé seguridades, porque el orden territorial vigente, el antaño fulgurante Estado de las Autonomías, quedó desprestigiado al mismo tiempo que la caída del bipartidismo y el auge del procés . Desde entonces esta España multinivel es pasto del enconamiento político, no solo por las disputas territoriales, que también, sino por la gestión de las grandes crisis como estamos viendo en el último año. Un país en llamas que estos días no va de financiación singular o de reparto de menores no acompañados, que ya de por sí son síntomas de que esto no termina de funcionar, sino que en estos momentos en que los incendios cruzan fronteras autonómicas, va de que no somos capaces de que el orden territorial funcione con medios suficientes para garantizar que el fuego no se lleve por delante vidas y paisajes, dando así estabilidad. La ayuda no se pide, se ofrece desde el minuto uno. Y se repite ese ofrecimiento y una y otra vez sin parar.
El malestar no para de fermentar. Desde Jumilla a los incendios acumulando energía. Para los del relato pareciera que son simples serpientes de verano a la espera del otoño caliente, pero el común de los mortales sabe que el mundo no coge vacaciones ni para en agosto, como se puede ver con Trump y Putin en Alaska negociando y desplegando una nueva cartografía autoritaria. La inmigración a propósito de Jumilla, las seguridades por los incendios o la falta de vivienda, que es el problema número dos tras la política, penetran en nuestras mentes. Agosto no nos ha dado tregua, hasta el punto que la Fundación Hasan II, en nombre de Marruecos, ha decidido enviar un mensaje claro a nuestra opinión pública condenando los ataques islamófobos.
Todos estos asuntos pisan de lleno técnicamente la guerra cognitiva, que es otra derivada de este mundo en llamas, dirigida a nuestros miedos como país. Resulta demasiado tierno entre llamas, recordar al Serrat de los 90 con aquel hit “Todos contra el fuego. Tú lo puedes evitar” para prevenir los incendios forestales. La guerra psicológica, que va de la neurosis actual a la psicosis futura, es la base principal hoy de la comunicación política. Si conectan la televisión o las redes sociales, si escuchan la radio, verán que la secuencia es cansina y permanente: unos quieren tener la razón todo el rato, mientras otros se quedan los votos. Todos echan más gasolina. Ivan Redondo.
Los que luchan contra el fuego desde la música, como Serrat... ¿ serán hombres blandengues para el Fari?
ResponderEliminarNo creo, también el Fary se adhirió a esta campaña, puedes ver su foto en el escrito anterior a este.
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