Marcos Llorente lleva la teoría de la conspiración de los chemtrails a la selección española: «Lo digo con mucha naturalidad» «Estos cielos nunca los había visto. Normal, para mí, no es», dice el futbolista del 'Atlético de Madrid' sobre los 'chemtrails', una teoría de la conspiración según la cual se atribuyen finos oscuros a las estelas de condensación de los aviones. La historia no es nueva, ya viene de viejo, hablaba de ella hace un par de años, y lo que no sé es por qué se da pábulo a declaraciones de un futbolista sobre estos temas.

Si nos atenemos a la navaja de Ockam, "En igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable». Esto implica que, cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja".

Pero a los homínidos, o al menos a los del palo de Llorente, les gusta más la teoría más compleja, cuanto más alocada e inverosímil, mejor, con esa manía de darse una importancia que no viene a cuento, de ser el centro del universo, a pesar de que vivan en un rinconcito apartado de este.


"Qué pesados ​​estamos todos con la IA y el ChatGPT, y ahora de nuevo  las Chemtrails conspiranoicas, con una variante aún más surrealista. Claro que quizás sí que nos gaseen, si hacemos caso de este impactante documento, captado en la Carretera de Prats de Sabadell, en el 2014.  Sergio Vila-Sanjuán, se lo pasa todo por el forro sin esposas, y termina su visión del apocalipsis con una cita muy interesante de José Antonio Marina. 

En una reunión reciente, un amigo al que ama y respeto por sus conocimientos tanto técnicos como humanísticos me miró fijamente y me dijo: El tema de la IA es mucho más terrible de lo que se imagina. Puede llevar  a la extinción de la raza humana.   Si una inteligencia superior a la nuestra, y ésta lo será, decide que constituyamos una amenaza para su existencia, actuará en consecuencia.

¡Caramba!, exclamé. Y después de superar el escalofrío inicial lo observé:  Quizás ocurra como tú dices, pero estábamos avisados. Desde la película de Kubrick 2001 Una odisea del espacio, todos teníamos la percepción de que en algún momento aparecería una inteligencia artificial más lista que nosotros, y quizás agresiva…

Es posible en efecto que lo que viene tenga consecuencias catastróficas, aunque prefiero creer que va a constituir un elemento positivo para el avance humano. Y doy por sentado la necesidad de un control público, como expresaba el lunes en estas páginas   Francesca Bria a Miquel Molina.  Pero lo que me llama la atención es la rapidez con la que resurge en nuestra sociedad el espíritu apocalíptico.

La idea de que la humanidad en su conjunto corre peligro es recurrente, desde los terrores medievales del año 1000 hasta el pánico al extraterrestre popularizado por HG Wells, la alarma nuclear y las novelas infinitas y series distópicas en oferta. Pero las predicciones apocalípticas generan reacciones encontradas. No podemos tomarlas al pie de la letra, porque la angustia no nos dejaría vivir. Tampoco en broma porque suelen tener una base bastante real. Liberados del pánico por la covid, nos asalta una nueva inquietud por la humanidad En la fase crítica de la pandemia (2020-2021), el espíritu apocalíptico se desató. Ahora parece que hemos medio olvidado aquella cóvida que tanto dolor produjo. Ya liberados, nos amenaza la inteligencia artificial. El primer texto apocalíptico, elaborado por Juan, o San Juan, en la isla de Patmos, con el relato simbólico de una gran batalla entre las fuerzas del bien y del mal, acaba de forma esperanzada, con el anuncio de la nueva Jerusalén. A propósito del debate sobre la IA, hace poco otro amigo se quejaba: “¡Qué mundo tan horroroso estamos dejando a nuestros hijos!”.

Le respondí con una frase del pensador José Antonio Marina:

–No pienses en qué mundo dejas a tus hijos, sino en qué hijos dejas a tu mundo.