Tras el detalle con que el Tribunal Supremo nos ha distraído del 50º aniversario del 20-N, hay que rendirse a la evidencia: pocas actividades tan peligrosas en este país como desmentir las falsedades de Isabel Díaz Ayuso y su jefe (de gabinete). Miguel Ángel Rodríguez, el autodenominado MAR, ese hombre condenado por llamar “nazi” a un médico que sedaba a enfermos terminales para aliviarles la agonía, se ha elevado a personaje de literatura picaresca en la España contemporánea. MAR reparte bulos a discreción, se jacta de ello ante las mismas narices del Supremo entre chanzas y chulerías —“yo no soy notario”— , amenaza a periodistas díscolos —“os vamos a triturar”—, presume de que anticipa las decisiones judiciales… Y siempre acaba entonando su triunfal grito de guerra: “¡Pa’lante!”.
Conviene recordar que aquel ya casi olvidado episodio de la primavera de 2022 que hundió la carrera de Pablo Casado también empezó con un bulo puesto en circulación por MAR. Sabiendo que la dirección nacional del PP disponía de informaciones comprometedoras para la presidenta madrileña, el guionista Rodríguez se anticipó e ideó una historia de espías con ese toque cañí que lo distingue: Génova había creado una gestapillo para acorralar a Ayuso. Solo fue cuestión de buscar solícitos medios que lo comprasen y… ¡pa’lante!
Casado intentó salir al paso e hizo aquella tremenda denuncia en los micrófonos de la Cope sobre los negocios del hermano de la presidenta: “La cuestión es si es entendible que el 1 de abril, cuando morían en España 700 personas, se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000 euros de beneficio por vender mascarillas”. De la película de espías nunca más se supo ni se presentó prueba alguna. El líder del PP fue sumariamente defenestrado cinco días después, un 23-F (el azar parece regalar al ayusismo fechas simbólicas). ¡Pa’lante!
Justo dos años después, surge una nueva historia con ingredientes parecidos: otro allegado de Ayuso —su novio, registrado por MAR en su teléfono como Alberto Quirón, nombre de la empresa que recibe los mayores contratos de la sanidad pública madrileña— y otro negocio fabuloso mientras morían 700 personas al día, que diría Casado: una exorbitante comisión de dos millones de euros por vender mascarillas de una empresa de Barcelona a otra de Pontevedra. Con algunos elementos no muy bonitos: facturas falsificadas por valor de un millón y medio de euros para defraudar al fisco 350.000. Como fruto de ese botín, un ático de lujo en Madrid para compartir con su pareja. ¡Pa’lante!
La prensa se entera y lo publica. El guionista se pone manos a la obra. La presidenta, que no se cansa de advertir que nos hemos convertido en una dictadura, denuncia una “operación de Estado” para destruirla. MAR va aportando detalles con ribetes de Netflix: periodistas encapuchados que intentan entrar por la fuerza en el domicilio de la pareja, otros que aterrorizan a los niños del vecindario... Hasta el golpe de efecto final, siempre con una pléyade de medios dispuestos a representar el guion: el Ministerio Público había ofrecido un acuerdo al indefenso novio víctima del infierno fiscal español, pero una mano negra lo paró “por órdenes de arriba”. “Todo turbio y sucio”. ¡Pa’lante!
Tras la iniciativa del fiscal del Estado de explicar que las cosas eran exactamente al revés y que no había ninguna operación prevaricadora contra Ayuso, Rodríguez se marca otro hito: en un país en el que cada año se registran cientos de filtraciones judiciales, el Supremo se pone manos a la obra para investigar una. Ni más ni menos que con el fiscal general del Estado en la diana. El caso, pese a la enorme controversia jurídica que despierta, va superando escalones contra Álvaro García Ortiz. MAR, en su clarividencia, pregona las decisiones judiciales en las redes con días de antelación. ¡Pa’lante!
Y así hemos llegado hasta este inolvidable 20 de noviembre en que el Supremo, apenas una semana después de concluido el juicio, nos anuncia la condena sin necesidad de tomarse la molestia de exponer sus argumentos, que para eso ya habrá tiempo. MAR solo se ha equivocado en una cosa: vaticinó que García Ortiz acabaría en la cárcel. En lo demás, todo pa’lante. ¡España, pa’lante!


Da miedo lo que está pasando.
ResponderEliminarEl dúo MAR Ayuso es letal, con el TS de special guest star
ResponderEliminarLos poderes fácticos al servicio siempre de los mismos, ¿o habíamos creído que eran ecuánimes?
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