A veces hay noticias que escapan a su dimensión estricta y se transforman en virales, que dicen ahora. Una de ellas, quizás por qué estamos en verano o por que la gente cada vez es más inmadura e inconsistente y se pierde en defender causas menores, es la del dentista Walter Palmer, el hombre que pagó 50 mil euros para matar al león Cecil en Zimbabue. Al hombre le han dicho de todo menos bonito e incluso cuentan que ha tenido que cerrar su negocio.
Su crimen, su delito, pagar para matar a un león, que debe ser eso, el hecho de pagar; al hermano de Cecil, Jericó, lo han matado unos furtivos sin pagar ni cinco, como ocurre en África cada dos por tres, por parte de cazadores furtivos y no tan furtivos, que en África está lleno de funcionarios egipcios, i allí se cazan leones, elefantes, rinocerontes y otros animales y nadie se preocupa, aparte de la cacería diaria del hombre que es otro deporte muy practicado.

Pero claro, eso no importa quizás por la propia rutina de que pasa cada día, mientras que no es habitual que un cazador pague 50 mil euros por matar a un león, éste debe ser el delito de Walter Palmer, pagar por matar a un león cuando podía haberlo hecho gratis. Es bien cierto que el número de gilipuà que se aburre, en verano aumenta exponencialmente.