No se me ha ocurrido nunca intentar darles ningún sentido a mis sueños, ni interpretarlos, bastante tengo con memorizarlas sólo levantarme para no olvidarlos atendido que de ellos, de los sueños, han salido poemas, ideas y soluciones a problemas no resueltos el día anterior. Sueño mucho, cada día y en colores. Digo lo de colores porque se ve que en colores no sueña todo el mundo. Además, sobre todo si son pesadillas, de esas que te despiertas trasudado y angustiado, aunque me levante, haga el pipi y beba un trago de agua, en volver a ponerme a dormir la pesadilla continúa .
Sueño historias bastante coherentes en el sentido de estructuración del tema a tratar, inicio, desarrollo y final, sólo que el final a menudo lo corta el despertador a las 5.15 de la mañana. Antes, de joven soñaba supongo lo que todos, que andaba desnudo y no encontraba ropa para taparme las vergüenzas (inseguridad: dicen), o que corría mientras alguien me perseguía y las piernas me fallavan, aunque nunca llegaban a atraparme, o un clásico, que volaba . Lo de volar es curioso puesto que en un principio volaba de espaldas, o sea tal y como estás acostado en la cama, te elevas y vuelas como si fueras una alfombra de Ali Baba y los cuarenta sociovergentes. Pero con el tiempo el cerebro lo mejoró, y hasta el último sueño, no hace mucho tiempo simplemente cojo impulso y en efectuar un fuerte salto me elevo y vuelo como un Superman cualquiera.
Afortunadamente pues entre soñar de noche y hacerlo también de día estoy muy poco tiempo en contacto con el mundo real del que no me interesa casi nada.