Esto ocurre aquí y en cualquiera de las llamadas grandes democracias. Mientras en los países totalitarios el pueblo es un esclavo sin voz ni voto, en los "democráticos" es un paralítico con la ilusión de la libertad al que las pandillas financieras usurpan la voluntad hablando de sus mandatos, dice Arturo Jauretche. Y explicado de otra manera, en un país no democrático no tienes derecho a quejarte en público de la mala gestión del Gobierno, mientras que en uno democrático si puedes hacerlo, pero pocos te escucharan. Vaya, que nadie te hará ni caso, Empezando por el Gobierno. De ahí lo de esclavos con voz.