Cuando tenía cinco años, iba a la escuela en la Casa de la Caridad en Sabadell, donde ahora está la plaza del Alcalde Marcet. Esta Casa de la Caridad, era parvulario y residencia de ancianos. Había un amplio jardín, a la derecha un pequeño cine y a la izquierda las aulas para los niños, en medio unas escaleras llevaban hasta un piso superior donde estaba la residencia de los abuelos. Se cuidaban de todo las monjas paulas, aquéllas de la cofía con alerones "tuneados", cómo se ve en el cuadro de arriba.
De los niños concretamente se hacían cargo sor Teresa y sor Pilar; la primera era andaluza, muy dulce y cariñosa con todos, la otra, Sor Pilar era maña y un sargento con hábitos, todo y que el día de la historia que os paso a explicar yo diría que me pareció que incluso sus labios dibujaban un finísimo intento de sonrisa, pero sus ojos, seguro que reían, ihasta yo que era pequeño me di cuenta!.
Veréis, un día por la mañana mi madre me dijo: Fransiscu: hoy en la escuela no haréis nada, pues tiene que venir un señor muy importante que es Ministro de Franco a visitaros, sobre todo pórtate bien y haz caso de lo que te digan Sor Teresa y Sor Pilar. Yo no tenía ni idea de quien era Franco ni tampoco un ministro, pero dentro del entendimiento de un niño de cinco años si supongo debí considerar que era alguien importante, que tampoco debia saber exactamente que quería decir, para mí era simplemente un día diferente de los otros; ¡de hecho, lo sería, y de qué manera!
Dos horas antes que el Ministro Solis - "la sonrisa del regimen" le decían, quizás porque las hienas también ríen - llegara a la escuela, ya nos tenían las monjas a todos formados en el patio al lado de las escaleras que llevaban a la parte de arriba. Digo dos horas porque se ve que el ministro Solis se retrasó en su llegada cómo suele pasar ahora también. Cuándo ya hacía un rato que estábamos, allí firmes - Yo era el primero de todos de la fila en el lado mismo de la columna de las escaleras, me vinieron ganas de evacuar "de alló que decían aguas mayores", de cagar- vaya.
-Sor Teresa - le dije - Me estoy cagando, que puedo ir en el lavabo.
Ésta me miró entre nerviosa y airada.¡No! no puedes ir ahora que el Sr.Ministro está a punto de llegar. Aguanta.
Al rato insistí. Sor Teresa, ¿que puedo ir? ya no puedo más, se me está escapando.
Que te he dicho que ¡No! Mira ya está aqui el Sr.Ministro.
Bueno dije, yo no tengo la culpa, però me estoy cagando.
En éstas que el coche oficial y el séquito entraron al patio aparcando delante mismo de donde estávamos nosotros, en el otro lado de la escalinata había los capellanes, monjas y ancianos esperando más o menos nerviosos al Sr.Ministro. Éste bajó sonriendo - es cierto que siempre reía - y después de saludar a la multitud se acercó a la base de la escalinata. Antes, se acercó hacia mí que ya he dicho era el primero de la fila y me puso la mano en la cabeza en un gesto que quería ser cariñoso o alguna cosa así, de éstas para salir a la foto, o a lo mejor en el NO DO, cuando vi un gesto de asco en su cara y rápidamente se apartó subiendo las escaleras rápidamente.
No era para menos un servidor no había podido aguantar más y la mierda largamente contenida finalmente bajaba por sus piernas hasta llegar a los zapatos y de ahí al suelo y se ve que era floja o bastante liquida y pudienta la cosa.
Fué ahí cuando al observar a Sor Pilar me pareció que sonreía, y cuando me di cuenta que yo, o sea uno uno, servidor de ustedes, con solo cinco añitos, se acababa de cagar en un Ministro de Franco.