A mediados de enero de 1939, Santiago, cuando aún no sabía que iba a ser mi padre, estaba en la Batalla del Ebro. Conducía un camión ruso que le llamaban Katiuska. La guerra por las tierras del Ebro no pintaba bien para el ejército republicano, y se vislumbraba que la lucha estaba perdida. Entonces, mi padre recibió un extraño encargo: debía coger el camión, ir a la Ametlla de Mar a recoger una caja de langostinos y llevarla hasta Calaf, que se ve que un alto mando republicano se quería meter hasta el culo de marisco antes de desaparecer hacia Francia. Por el camino, Santiago se detuvo a comer en el Pont d'Armentera y digamos que distrajo tres o cuatro langostinos de la caja para comerselos.
Al llegar a Calaf y entregar los langostinos al 'el alto mando', tenía que volver hacia las tierras del Ebro, pero un compañero de la Garriga le sugirió que si añadían agua fría al radiador del motor caliente romperían la junta de la culata y el camión Katiuska debería llevarse a reparar al taller que tenían los republicanos en Santa Perpètua de Mogoda.
Dicho y hecho, y con el Katiuska estropeado les remolcaron desde Calaf hasta Santa Perpètua, los del remolque acompañaron a mi padre a Sant Feliu de Codines, de donde es el Santiago y fueron comer a su casa con la familia. El compañero de la Garriga ya no volvió a Santa Perpètua y le mataron en Bigues días más tarde. 
Santiago volvió a Sabadell y se ocultó en Cal Renom, hasta que el día 27 de enero de 1939 las tropas nacionales entraron en Sabadell y él con una banderita española que le dieron, salió a la calle como todos a recibir al ejército Franquista de ocupación. Después, tres años de mili en Ourense (es de la quinta del biberón) y una temporada en Águilas (Murcia). Y en casa un amigo le colocó de instructor de la Falange, donde duró poco y se fue a trabajar a Sabadell en la fábrica de aceites de Can Gambús donde se jubiló. Mi padre no fue ni un héroe ni un cobarde . En las guerras no hay eso, sólo hay víctimas, y él salió indemne.