Como el amor, la poesía es la persecución de un secreto imposible. En lo más profundo del ser, alimentado por el canto del universo, la insondable, volcánica plenitud del deseo dirige en la sombra el sentido de un destino. Oprimidos por la cultura, las ideas recibidas y su propio terror, los hombres generalmente, se las ingenian para ahogar esa levadura salvaje. Reducido a las cenizas de la mala conciencia y a la insatisfacción, al hastío y a la resignación en el seno de las familias, el deseo no apaga nunca, sin embargo su llaga es inapelable. Incluso su virtud se extiende al mal, al vicio, a la muerte. Pero su esplendor rescata en el hombre su naturaleza abisal. Pienso que la poesía es una empresa de revelación y rescate de esos poderes. Palabra a palabra va dando la forma del deseo y, cuando rescata un destello de ese sol enterrado bajo la razón y la lógica de toda la violencia del mundo, se siente que ha cumplido su designio. La poesía es ese descenso al infierno, al vicio y al terror.


Hotel pájaro, de Enrique Molina
1967 - del blog Descontexto