SHAKESPEARE EN BARCELONA


El terrorismo no es guerra aunque los dueños de las hambres y del terror se empeñen en lo contrario. El terrorismo es teatro de guerra y lo ocurrido en Barcelona forma parte de una función con ensayo previo, un acto cuyas raíces las podemos encontrar en Shakespeare y en su obra Coriolano, un drama histórico que tiene una lectura de lucha de clases mucho más acertada que El 18 de Brumario de Marx.

En el primer acto, un grupo de ciudadanos se amotina. Están dispuestos a morir por su libertad antes que de hambre. Su principal enemigo es Cayo Marcio, dueño de los precios y del trabajo. Por ello los ciudadanos se reúnen, dispuestos a darle muerte. Pero cuando van a ponerse a ello, aparece Menenio Agripa, un ilustre que según cuentan siempre ha querido al pueblo. El tal Menenio Agripa intenta quitar las intenciones a los ciudadanos, cambiando el rumbo de sus quejas con palabras llenas de buen parecer hacia el Estado romano. En esto que aparece Cayo Marcio, envuelto en soberbia y pregunta qué sucede y el ilustre Menenio Agripa le pone al tanto de las demandas de los ciudadanos.
Le cuenta que lo que los ciudadanos quieren es trigo al precio que ellos gritan pues la ciudad está bien provista de grano. Pero Cayo Marcio no entra en razones aunque vea peligrar su cabeza. Su soberbia le impide transigir con un pueblo dispuesto a acabar con su vida. Entonces, como sucede en las mejores tragedias, un mensajero le viene a salvar con la noticia de que un enemigo exterior se aproxima. Son los volscos, que se acercan en pie de guerra. Un mal mayor.

Esto ocurre al principio de una obra que, si la llevamos a la actualidad de Cataluña, con su lucha a favor del independentismo, nos encontramos con cierto paralelismo. Sobre todo si hacemos una lectura shakesperiana tras el atentado. Porque en los últimos tiempos se ha intentado confundir independencia con nacionalismo, se ha enguarrado la aspiración a la libertad de un pueblo con banderas, mierda y cadenas burguesas. Se ha desconcertado a la gente haciéndola creer que internacionalismo y globalización significan lo mismo, igualando lengua con lenguaje. En definitiva, se ha aturdido a una opinión pública que carece de raíz de cultura política, sin hacer distingos entre materialismo e idealismo. El teatro del terror, ensayaba su acto previo.

Por si quedaba alguna duda, los dueños de las hambres y sus voceros, señalan que el enemigo no es el mercado global que tiene secuestrado el mercado local, qué va. El enemigo señalado es un mal mayor, un Islam al que atribuyen los crímenes de una Yihad que no es otra cosa que un enemigo de diseño; expresión terrorista del mercado global cuando entra en crisis.







Montero Glez 
eldiario.es

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