¿Quién es este tipo con bombín y nombre enigmático que, a lo largo de casi un año entero, se presenta todas las tardes en el mismo rincón del parque para enzarzar a los transeúntes en animadas discusiones? ¿Un sabio? ¿Un charlatán? ¿Un filósofo a la antigua usanza? ¿Un gruñón y polemista impenitente? ¿Un predicador? O simplemente, como afirma uno de sus oyentes, un jubilado que se aburre.
Todo esto es el señor Zeta, un Sócrates moderno o un trasunto de aquel señor Keun de Brecht, con quien comparte estoicismo y excentricidad a partes iguales. Muchos paseantes se detienen un instante, mueven la cabeza y pasan de largo. Otros lo escuchan, le replican y vuelven día a día en el punto de encuentro.
El señor Z. no escribe, pero algunos de sus seguidores toman notas de lo que dice y, gracias a ellos, nos llega este tipo de periódico que recoge sus ideas y provocaciones. Nada escapa al espíritu crítico y subversivo del señor Z, evidente alter ego del mismo Enzensberger: la arrogancia, las instituciones, la religión -pero también el ateísmo-, los totalitarismos -pero también la democracia-, el arte, la poesía, la economía neoliberal, la educación, internet y un largo etcétera. Sus dardos son implacables, pero también caprichosos y contradictorios como la vida misma. Como siempre en Enzensberger, toda afirmación está imbuida de socarronería y del más puro escepticismo, entendido en el mejor sentido. Dicho en palabras de Z: «Uno sólo tiene que mantenerse fiel a lo que no dice.»
Una autèntica delicia llena de aforismos lúciso e inteligentes que podéis leer aquí el pdf, si queréis.
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