LA MUJER NO EXISTE


Una vez, Jacques Lacan dió una conferencia en Milán y divulgó su famosa tesis de que la mujer no existe":"La femme, ça n'existe pas". Al día siguiente, los periódicos italianos iban llenos de la noticia, a cuatro columnas: "La donna non esiste!", Con comentarios brutales. Mira que decir algo así en Italia! Pero Lacan sólo afirmaba que la mujer no tiene plural, lo que sí que tiene el hombre. El psicoanalista quería decir que hay una mujer, y otra y otra, pero que no se puede hacer una teoría sobre "las mujeres", todas mezcladas.
Sin embargo, los hombres han dedicado muchos empeños a hacer teorías sobre "la mujer". De los siglos XII a XIV, los trovadores provenzales hasta Petrarca, la mujer fue asimilada a la Señora, y eso quería decir a la Virgen María, como ser femenino supremo según el cristianismo. En el Renacimiento esta exageración quedó modulada por la creencia en grandes figuras de la mitología clásica; así, por ejemplo, la Venus de Botticelli está representada como una chica virginal y a la vez la diosa pagana del amor, pero los Zefiro que le hacen viento, a la izquierda del cuadro, llevan alas, como los ángeles. La bella figura pasa a ser medio Afrodita, medio María.
Siglos atrás, al episodio cultural llamado fin-de-siècle, la mujer fue presentada como todo lo contrario por los pintores (Gustav Klimt, Félicien Rops, Gustave Moreau, Edvard Munch y muchos más), influidos en parte por la poesía de Baudelaire: una vampiresa, una Eva inductora del pecado, una Judith asesina con saña, una Salomé perversa y voluptuosa. (En la Biblia es una niña muy inocente; la mala es su madre.) Es posible que esto se debiera a que los burgueses casados ​​con mujeres decorosas y tímidas, educadas a las monjas, comenzaron a frecuentar los prostíbulos para disfrutar del sexo a pelo y a contrapelo. Cogían la sífilis, maldecían las prostitutas y entonces, por mera amplificación, consideraban todas las mujeres el emblema de la maldad. Una visión tan exagerada como la medieval.
Basta leer la Salomé, de Oscar Wilde, o ver la ópera que hizo Richard Strauss, para darse cuenta de la fuerza y ​​la virulencia de este segundo mito, hoy tan disuelto como el otro. Por ello es aconsejable que los hombres, no las mujeres, abandonen toda teoría sobre el género femenino, porque siempre será equivocada. - Jordi Llovet - ara.cat





Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente