Una piedra recorre Europa, se reproduce a cientos, a miles. Germinó alrededor de 1990, apareció en la Rathausplatz de Colonia y siguió por Berlín en 1996, en la Oranienstrasse; desde entonces ya no se detuvo. Hablo de la Stolpersteine, una pequeña pieza cúbica de cemento (apenas diez centímetros por lado) recubierta de latón donde se inscribe información relativa a personas, leyes o situaciones vinculadas a el complejo universo opresivo del Tercer Reich. Su hábitat es urbano y su piel dorada luce llamativa y hermosa entre el pavimento de las aceras, frente al domicilio de la víctima o en el espacio preciso en el que acontecieron los hechos evocados y conmemorados.
Una piedra en el camino. En realidad, más de setenta mil piedras instaladas a fecha de hoy en ciudades europeas, aunque el horizonte puede ser de seis millones si hablamos de judíos, pero de unos once millones más si se trata del conjunto de deportados , y aún más de afectados por el nazismo: tantas piedras como víctimas hizo el Reich durante su imperio entre 1933 y 1945. No hay cifra. 
El alcance de la Stolpersteine ​​es casi discrecional, su límite se nubla y el criterio se desfonda por su frágil regulación. El infinito no tiene cifra. La cifra está en el infinito. Lo explica el Catedrático de Historia en la Universidad de Barcelona Ricard Vinyes a Publico.es. Conozco el hecho por una experiencia personal que publiqué aquí en 2018.

CENTINELAS CONTRA EL OLVIDO (2.2.2018)


El lunes por la mañana cuando regresaba de caminar por la cosa esta de que se debe hacer ejercicio, al pasar por la calle Borràs (Sabadell), me llamó la atención este adoquín con una placa dorada que había en el suelo, con este nombre grabado: Marià Llonch Casanovas, asesinado el 31.8.1941 Güsen.
Me sorprendió, no había visto ninguno, así en el suelo, como para tropezar con ellos. En el periódico de ayer encontré la respuesta; Efectivamente la idea es esa, poner estos adoquines en el suelo ante casas de las víctimas del nazismo, tarea que el artista alemán Gunter Demnig lleva a cabo desde hace 25 años.
Gunter Demnig

Demnig comenzó su homenaje bajo la máxima "una persona sólo es olvidada cuando su nombre es olvidado", así que a las 'Stolpersteine' (que literlamente significa piedras para tropezar), graba el nombre del deportado, la fecha de nacimiento y la de fallecimiento, en el caso de que fuera asesinado por el régimen de Hitler. Sólo en Sabadell, el sábado instaló 23, una de ellas es la que teneis en la foto.
No es la primera vez que el artista alemán coloca adoquines en las calles catalanas -el 2015, el pueblo de Navàs fue pionero- pero ha sido la más extensa. Además de Sabadell, también se han colocado 'Stolpersteine' en Olesa de Montserrat, la Segarra, Granollers, Girona y los Guiamets (Priorat), el pueblo de Neus Català. La superviviente del campo de Ravensbrück, de 102 años, asistió con su familia al homenaje. "Es un honor poner una 'stolperstein' a Neus, porque hay pocas que se puedan colocar a personas que todavía están vivas". Su hija, Margarita Català, agradeció en nombre de su madre -todo un símbolo de la recuperación de la memoria histórica- el acto y aseguró que estas piedras contribuyen a que la historia no sea algo abstracta y lejana. "Son como centinelas -añadió- que impiden el olvido de todas aquellas violencias infringidas. La realidad actual de numerosos países de Europa, donde la xenofobia y la extrema derecha levantan la cabeza, nos muestra la gran necesidad de la memoria". El museo de historia de la ciudad grabó este vídeo del acto.