6G, AÚN LO VEREMOS



Aunque nos pasamos el día despotricando contra ella, lo que no se puede negar, es que la IA es una herramienta que ha venido a ayudarnos en nuestro quehacer diario, y en dar solución a muchos problemas que hasta ahora no habíamos sido capaces de resolver. Gracias a la IA, muchas tareas rutinarias como hablar por el móvil, el automóvil, el ordenador: calcular, traducir, comunicarse, desplazarse, almacenar datos, localizar los lugares, etc. han simplificado y ayudado a nuestra rutina diaria, San Google es el ejemplo, es la enciclopedia total, donde podemos encontrar todo el conocimiento, el saber sobre cualquier cosa, o cualquier chisme.
Estamos rodeados de cachivaches inteligentes, fis y todo tenemos al alcance neveras inteligentes, lástima que no haya usuarios inteligentes a la altura de los útiles, que alguien está trabajando para hacernos hacer todavía un paso más , la ingeniería genética y la inteligencia artificial podrán curarnos de enfermedades incurables, o corregir imperfecciones genéticas y muchos más pequeños detalles de nuestro entorno que ni podemos imaginar. En Corea ya hablan de lanzar el 6G en 2026, que com decían ayer en la red, cuando se entere Miguel Bosé le va a dar un patatús.
La IA abrirá campos inéditos: superinteligencias que sumen cerebro y máquina incluso en el propio cuerpo. Pero también podrá servir para imponer la precisión en trabajos que ahora hacemos manualmente, emocionalmente, porqué las emociones no tienen cabida en la IA. Y quizás ahí está el problema, porque la IA no es neutral, pero esto no parece preocupar demasiado a nadie. La industria biotecnológica y las empresas creadoras de algoritmos disruptivos, son los que decidirán nuestro futuro, unos algoritmos que no acaban de funcionar aún, que necesitan ser perfeccionados. Los ciudadanos no quieren ni pensar en ello: sólo son ávidos consumidores de todo tipo de novedades tecnológicas, y los políticos están por otras cuestiones más banales con sus pequeñas tonterías de vuelo gallináceo y política de campanario.
Volvemos a ser la ciudad alegre y confiada que no es consciente del cambio tecnológico que le viene encima; quizás ahora empezaremos a entrar para bien o para mal, en el siglo XXI, tal como nos lo habían imaginado, y no podemos decir aquello de 'yo esto ya no lo veré' porque nos cogerá de lleno. Que los dioses nos cojan confesados.

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