MINIMALISMO DIGITAL


El uso extendido de ‘smartphones’ y redes sociales nos convierte en ciudadanos cada vez más conectados. Pero el precio, en muchos casos, es vivir con un dispositivo en la mano que consultamos muchas veces. Así lo creen aquellos que abogan por el minimalismo digital, una tendencia que apuesta por un uso racional de los dispositivos y las redes sociales.
Es una postal habitual de nuestras sociedades. En una terraza, en una mesa de restaurante o en el transporte público vemos a un grupo de amigos o familiares que no hablan entre ellos porque están mirando la pantalla de su teléfono. Algunos creen que se trata de una adicción, otros simplemente de estar conectados. Pero un pequeño grupo de personas, de un modo silencioso, ha apostado por relacionarse con la tecnología de otra manera. Son los minimalistas digitales, que apuestan por un uso racional de los dispositivos y las ‘apps’ sociales, al tiempo que evitan ser dependientes de ellos.

“Es una tendencia a nivel teórico y práctico, porque como sociedad estamos en un punto de inflexión sobre el uso de las tecnologías. En el caso de los medios digitales, la recomendación de los expertos es que hagamos un uso inteligente”, explica Patricia Coll, profesora de la Facultad de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna de la Universitat Ramon Llull, que hace hincapié en la importancia de la educación al usar los dispositivos: “A veces, las personas, como sucede con las ‘fake news’, no tenemos el criterio suficiente para usar las nuevas tecnologías en pro de nuestro bien.”
Una de las primeras personas en hablar sobre el minimalismo digital fue Carl Newport, profesor de ciencias de la computación en la Universidad de Georgetown. Él acuñó el término en su libro ‘Digital Minimalism’ y en varios artículos anteriores, en los que nos alienta a que prioricemos nuestro tiempo productivo (trabajo, actividades de ocio o familiares) en vez de distraernos para revisar las ‘apps’ o atender al instante las notificaciones. Newport apuesta en sus escritos y conferencias por usar la tecnología de forma consciente, no dejarnos usar por ella y explica los beneficios de llevar a cabo un plan analógico (sin dispositivos digitales) de 30 días para abandonar el uso excesivo de la tecnología.

En su obra, Newport señala, entre otros, a los diseñadores de ‘apps’ sociales por haber creado productos de entretenimiento que se asemejan a los casinos y conseguir que las personas pasen mucho tiempo en ellas. Plantea, pues, una fina línea entre la responsabilidad de los programadores y la de los usuarios. “Todos (empresarios y clientes) tenemos que poner en la balanza el crecimiento económico junto con una responsabilidad y una ética. Si esto se descuadra, el primer perjudicado es la propia empresa”, señala Coll, que apunta a la profesionalización: “Está bien que las personas sean conscientes, pero al mismo tiempo el sector debe estar profesionalizado y actuar bajo un sentido ético”.
El minimalismo digital, como tendencia, ha penetrado en las prácticas de directivos y empleados. También en el día a día de los más pequeños. Mientras en las casas y en las escuelas españolas se intensifica el uso de tabletas como herramientas educativas, en Silicon Valley, epicentro tecnológico mundial, trabajadores de Apple y Google apuestan por el minimalismo digital para educar a sus hijos. En estas escuelas californianas de élite, el uso de tabletas, pantallas y ordenadores está restringido hasta la secundaria y los más pequeños se educan con pizarras, juegos y libros de texto. ¿Se ha convertido la tecnología en algo nocivo? “Debemos ser inteligentes; saber que la digitalización y la transformación digital de nuestra sociedad es imparable, pero que sea imparable no quiere decir que no podamos darle el rumbo que creamos oportuno”, señala Coll.

El primer teléfono móvil salió a la luz en 1973. Mucho antes de que los ‘millennials’ hubieran nacido. Hoy ningún joven pasa mucho tiempo separado del suyo. Aplicaciones, música, alarma, redes sociales… e incluso poder llamar a otras personas en tiempo real, el origen casi olvidado del dispositivo. Pero su excesivo uso también puede implicar una serie de problemas de salud.
En España, el uso de los móviles y redes sociales no ha dejado de crecer. Según datos recogidos por la empresa Hootsuite en 2018 a partir de encuestas de Google y Facebook entre otros, hay 28 millones de personas que son usuarios activos de redes sociales (incluidos chats), lo que representa un 60% de la población. Dedicamos a estas ‘apps’ una media de 99 minutos al día. Los datos españoles nos sitúan por encima de otros países de nuestro entorno como Francia, con 38 millones de usuarios de RRSS, una penetración del 58% y 77 minutos de media al día o Alemania, con un 46% de penetración de uso de RRSS y 64 minutos de uso diario de redes sociales. Italia supera a  los tres países, con un uso diario de redes sociales de 119 minutos al día.
Llevar a cabo un abandono del uso de redes sociales y sumarse al minimalismo digital es una prueba complicada. Entre otras razones, porque el mundo digital no tiene fin. “Siempre hay una nueva actualización, un nuevo correo que entra en la bandeja o un nuevo vídeo que queremos ver en Youtube”, explica Isra García. Aprender a no estar pendientes de lo siguiente que va a suceder en nuestra pantalla es la misión, y no es fácil, pero asumible, en mi caso, la atención que dedico a Twitter, Facebook o Instagram es mínima, y a blogger cada vez menos, pero solemos cambiar una adicción por otra, lo reconozco y no me da vergüenza decirlo.., estoy volviendo a leer, concretamente a Garcia Marquez y 100 años de soledad. que tenía como muchas otras novelas pendiente de leer.

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