💬Nuria Espert explicaba en una entrevista la depresión que le sobrevino cuando estaba en el Covent Garden dirigiendo 'Rigoletto'. Decía: «De repente, todo se volvió negativo. Un relámpago me atravesó el cerebro. Me sentía sola en el mundo. Perdida. Queria cerrar puertas y ventanas. Sólo quería dormir». El psiquiatra Enrique Álvarez nos advertía: «Para entender la depresión lo primero que hay que saber es lo que no es. La tristeza no es depresión». Conveniente apunte. Hasta comienzos del siglo XX confundían la depresión con la tristeza o la melancolía. Agnès preguntó también, sin morbosidad, por la idea del suicidio. ¡Ah! El suicidio es un fantasma que sobrevuela el deprimido. La escritora Virginia Woolf un día se llenó de piedras los bolsillos y se precipitó al río Ouse. Hemingway, otro gran depresivo, se clavó un tiro en la cabeza con un fusil. «Esta es mi miedo: cuando recaigo en la depresión, el suicidio surge como opción. Es terrible», decía Noelia Ortiz, que sufre recaídas depresivas.

Morirse voluntariamente no es muy poético, salvo en el caso de Ramón Cabau que una mañana se arrodilló en la puerta del Mercado de la Boqueria, depositó un ramo de violetas en el suelo y se tomó un frasco de cianuro, mientras pedía perdón por las molestias que pudiera ocasionar. Ramón Cabau había sido el propietario del restaurante l'Agut d'Avignon y decidió quitarse la vida. El Sr. Cabau lucía unos aristocráticos y decimonónicos bigotes y un canotier, y con esta puesta en escena se despidió de este mundo en el que no sabía vivir.

Parecería que el índice más elevado de los suicidios debería ser en otoño o en invierno, pero en cambio, el ser humano que es ya una contradicción en sí mismo, es precisamente en la Primavera, cuando todo brota de viejo nuevo, cuando la naturaleza estalla en mil colores de la nueva savia de la vida y los animales de todo tipo y especie se aparean, va el ser humano y es cuando más decide quitarse la vida. Cioran que había hablado y teorizado mucho sobre el suicidio, murió de muerte natural en la cama a los 84 años, y en general los que hablan de suicidio no suelen llevar el acto final a plazo, a pesar de los doctores dicen que si, que quienes hablan terminan llevando el acto a cabo. Quizás porque a pesar de todos los pesares, esto de vivir es mejor que la nada que les espera a los que en un momento de ofuscación o reflexión optan por la solución definitiva. Una valiente cobardía hacia los que quedan aquí en este valle de lágrimas como dice el tópico.
Parece que actualmente se habla más abiertamente del suicidio, tema que no hace mucho era tabú (los trenes atropellan a demasiada gente). Entiendo y reconozco que el acto del suicidio como el del aborto es una opción personal y legítima, pero aún así, siempre hay una esperanza de sobrevivir una temporada más antes de tomar esta decisión sin camino de retorno ni posibilidad de enmienda. Estoy seguro de que los suicidas - y así lo certifican los doctores en el caso de algún superviviente que lo ha podido explicar - en el último instante se arrepienten, sólo que ya no están a tiempo.
Sería bueno que los Gobiernos a los que tanto les gusta legislar sobre la vida pública y privada de los ciudadanos, como en la Obra de teatro de Alejandro Casona "Prohibido suicidarse en Primavera", prohibieran a la gente suicidarse al menos en esta época del año. No serviría para nada, pero le daría un toque poético al drama de quitarse la vida, a menudo sin necesidad real de hacerlo.

Con esto de la vida, pasa como con la democracia, que no siendo un sistema perfecto es el menos imperfecto de todos, y que de hecho, si somos honestos, a menudo sucede que un problema que nos había llegado a angustiar y preocupar, suele arreglarse solo, y quitarse la vida si que no lo soluciona. En el fondo, a pesar de que es un derecho que tenemos, ya que al no consultarnos para traernos aquí ya lo tenemos adquirido a decidir cuándo y cómo irnos, pero no hay que ejercerlo, no soluciona el problema y en el fondo es un acto de valiente cobardía.